La distancia entre Claver-Carone y el actual presidente del BID

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Esta es la historia de la lejanía entre el nominado de Trump y el jefe de la institución.

Por: Sérgio Gómez Maseri

EL TIEMPO

Hace dos meses, la administración Trump rompió un “acuerdo de caballeros”, que existía desde la fundación del Banco hace seis décadas, según el cual el cargo de presidente de la entidad debía ser para un latinoamericano. Ese mismo acuerdo establecía que la vicepresidencia ejecutiva del BID era para un estadounidense.

Pero Trump, haciendo uso del poder que tiene Estados Unidos como propietario del 30% de las acciones de la institución, optó por saltarse esta norma no escrita y postuló a Claver-Carone como reemplazo de Moreno, quien finaliza su tercer período de cinco años al frente de la institución.

Lo que poco se sabe es que ya en dos ocasiones Washington había postulado a este mismo asesor de seguridad para el cargo de número dos del Banco, pero en ambas ocasiones Moreno nombró a otras personas.

Si bien Washington puede proponer a quien desee en este cargo, el nombre del designado debe ser autorizado tanto por el Directorio Ejecutivo (14 miembros, que representan a los 48 países accionistas) como por el presidente del BID. Eso, en parte, para asegurar que exista armonía entre la presidencia y la vicepresidencia.

La primera vez que sonó Claver-Carone fue en 2018, cuando se retiró Julie Katzman tras ocho años como vicepresidenta ejecutiva. Moreno les habría dicho a los norteamericanos que prefería a alguien más y en su lugar respaldó a Brian O’Neill, exsubsecretario adjunto del Departamento del Tesoro, que había ocupado la silla estadounidense en el BID en 2008.

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Un año después, en diciembre de 2019, O’Neill falleció y, de nuevo, el puesto quedó vacante. En ese momento, la administración Trump volvió a insistir en Claver-Carone, pero Moreno se inclinó por encargar, en enero de 2020, al estadounidense John Scott como vicepresidente interino.

El argumento fue que, dado que el colombiano estaba en la recta final de su mandato, le debería corresponder al nuevo presidente la selección de su “compañero de fórmula”.

Moreno le dijo a este diario que prefería no hacer comentarios sobre este episodio. Pero EL TIEMPO consultó a múltiples fuentes para llegar al fondo de esta disputa.

“Claver-Carone no tenía el conocimiento, ni la formación ni la experiencia, pero sobre todo el temperamento para ese cargo”, afirma una persona que conoció de cerca lo sucedido y las razones por las que Moreno se inclinó por alguien más.

Aunque el funcionario trabajó como asesor del Departamento del Tesoro y como representante de su país en el Fondo Monetario Internacional, es abogado y su carrera se ha orientado más hacia la política.

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Que hay tensión es evidente. Esta también fue documentada por el diario Político en un artículo reciente. “La administración Trump fracasó en un intento previo de colocar a Claver en el BID pues, según dijeron múltiples fuentes, Luis Alberto Moreno se opuso a su designación”, sostiene Político en esa nota.

Algunos incluso dicen que el abogado ha indicado que piensa adelantar una profunda revisión de las acciones de Moreno en sus 15 años en el Banco. Otros afirman que trataría de borrar la huella del colombiano si termina siendo el elegido.

Pero la disputa también tiene otro matiz. Nunca Claver ni la administración Trump vieron con buenos ojos la apertura del BID hacia la inversión de China, que se inició bajo la administración de Moreno.

En 2008, Pekín se convirtió en el miembro número 48 del Banco al adquirir el 0,004 por ciento del capital ordinario (equivalente hoy a 559 acciones), que habían quedado disponibles desde la disolución de la antigua Yugoslavia y se comprometió con el desembolso de 350 millones de dólares para financiar proyectos en la región.

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Una movida que fue aprobada por los países prestatarios y también bienvenida, pues se dio justo cuando el mundo padecía los estragos de la recesión económica que se produjo en EE. UU. tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.

Muchas naciones de la región ya estaban abriendo sus puertas no solo al comercio con China –que ya en ese momento era el segundo socio comercial después de EE.UU.–, sino a sus inversiones de capital.

“El bienvenido ingreso de China a la familia BID fortalecerá aún más la institución en un momento crítico para la economía mundial, cuando los países necesitan proteger los recientes avances económicos y sociales”, dijo Moreno el día que se oficializó el ingreso de Pekín.

Su ingreso, además, hizo parte de un programa impulsado por el Gobierno de EE. UU. del momento, el del republicano George W. Bush: la “Sociedad Estratégica con China”, bajo la convicción de que Pekín debía formar parte de la mayor cantidad de entidades multilaterales como fuera posible.

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De hecho, años antes ya había ingresado al Banco Africano de Desarrollo, el equivalente del BID en esta región. Sin embargo, con los años, la ampliación de la huella de los asiáticos en América Latina comenzó a preocupar a EE. UU., en particular al Partido Republicano.

La llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016 llevó esa preocupación a otro nivel. Especialmente con Claver-Carone, un antisocialista declarado, conocido por ser un partidario de la línea dura hacia Cuba, que comenzó a presionar desde su cargo en el Consejo Nacional de Seguridad.

El asesor siempre se opuso a que el Banco hubiese ofrecido a Pekín la sede de la Asamblea Anual del BID del 2019, cuando se conmemoraban los 60 años de su fundación. Una decisión que se tomó de manera unánime –con el voto de Washington– durante la reunión anual del BID en Paraguay en el 2017.

La Asamblea en China, que estaba prevista para marzo del año pasado en Chengdu, fue cancelada una semana antes de comenzar por presiones de EE. UU. Washington había amenazado con boicotear la cita si Pekín no permitía la entrada de Ricardo Hausmann, nombrado por el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, como su representante ante el BID.

Aunque el Banco ya había acogido a Hausmann como el representante legítimo de ese país, China se negó a otorgarle una visa de ingreso, lo cual provocó la ruptura de un evento que llevaba años de planeación.

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Ruptura de la tradición

Hay quienes dicen que la administración Trump decidió romper con la tradición del BID de otorgar la presidencia a un latinoamericano para vengarse por la oposición de Moreno a su nombramiento en el Banco.

Pero otros creen que obedece más a una visión nacionalista de esta administración republicana, bajo la cual si EE. UU. pone el capital tiene derecho a imponer sus condiciones.

Entre ellas, alejar a China de la región y darles la espalda a gobiernos con inclinaciones socialistas. Lo sucedido también enfrió las relaciones entre Moreno y el presidente Iván Duque, a quien el primero nombró como funcionario del BID a comienzos de la década pasada, pero que ahora viene haciendo campaña en favor de Claver.

Duque, de manera paralela, ha encontrado en el asesor a un fuerte aliado en la administración Trump, que viene empujando iniciativas beneficiosas para el país. Entre ellas, una que prevé una línea de crédito por 5.000 millones de dólares para promover la inversión en zonas afectadas por el conflicto.

Además, el presidente ha insistido en que Claver-Carone sí posee las credenciales para dirigir el Banco y que la región se beneficiaría al tener a un estadounidense, pues eso le daría más relieve a la institución y se podría traducir en un aumento de su capital prestatario.

La apuesta podría tener sentido si Trump gana la reelección, pero genera dudas en un escenario en el que Joe Biden asume las riendas de la Casa Blanca y su partido consigue el control del Congreso. Biden, de hecho, dejó claro que no comparte la designación del asesor, pues es “demasiado doctrinario y está subcalificado para el puesto”.

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SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON


Tomado del portal del diairo EL TIEMPO