La última batalla por el Tesoro de los Güelfos

Foto: Detalle de la Cruz de los Güelfos, del siglo XII - MUSEOS ESTATALES DE BERLÍN

La Corte Suprema de EE.UU. aborda una demanda que podría cuestionar la propiedad de los Museos Estatales alemanes

Por: Rosalía Sánchez

Abc.es

Tras deliberar durante más de un año, la Corte Suprema de Estados Unidos ha aceptado a trámite la demanda de los que se reivindican como legítimos herederos del Tesoro de los Güelfos y ha comenzado una investigación para trazar la historia de propiedad de las legendarias obras de orfebrería, un conjunto valorado en 250 millones de euros y que permanece bajo custodia de los Museos Estatales de Berlín.

La Corte Suprema estadounidense da este paso en un momento en que las relaciones entre Alemania y Estados Unidos pasan por su peor momento desde la II Guerra Mundial y los responsables alemanes de la colección temen que las tensiones diplomáticas afecten negativamente a un proceso que, por otra parte, no creen que corresponda a este tribunal. «No es competencia de una corte estadounidense», ha declarado el presidente de la fundación Hermann Parzinger, historiador y presidente de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, que defiende que la venta del tesoro en 1935 no fue forzada y que la demanda es infundada. «Después de una extensa y profunda investigación llevada a cabo en Alemania se determinó en 2015 que no correspondía la restitución en este caso –explica Parzinger–. Lo que los demandantes pretenden ahora, con la repetición del proceso por parte de autoridades estadounidenses, es torcer la legalidad».

El Tesoro de los Güelfos es seguramente la principal atracción del Museo de Artes Decorativas de Berlín y una compilación única de obras maestras del arte eclesiástico medieval, reunida por la casa principesca más antigua de Europa. El origen de la colección se remonta al año 1030, cuando la Casa de Welf comenzó a aportar reliquias a la catedral de Braunschweig, con las que esperaban que ganase relevancia y contribuyese a la prosperidad comercial de la ciudad. Un inventario elaborado por la Casa Braunschweig en 1482 contenía un total de 140 objetos, todos ricamente ornamentados, y en 1545 fue añadido el tesoro de reliquias de Cyriakusstiftes, la colección religiosa más importante de la época y que incluía el brazo de san Blas, el relicario con un diente de Juan el Bautista, en cristal de roca y plata dorada de Egipto de alrededor del año 1000, y la Cruz de los Güelfos, imagen icónica del Museo Kunstgewerbe de Berlín.

Aunque la catedral las custodiaba, la propiedad de las joyas permaneció ligada a la familia hasta 1929, cuando el duque Ernesto Augusto, acuciado por las deudas, las vendió por 7,5 millones de marcos del Reich. Los compradores fueron cuatro coleccionistas judíos de Frácfort: Zacharias Max Hackenbroch, Isaak Rosenbaum, Saemy Rosenberg y Julius Falk Goldschmidt, que, con el ascenso del nazismo, se vieron obligados a huir de Alemania tras vender 44 de aquellas piezas a la Fundación del Patrimonio Prusiano, única oferta confirmada, por 4,25 millones de marcos del Reich. Los herederos de aquellos vendedores, Alan Philipp y Gerald Stiebel, nieto y sobrino nieto de los coleccionistas judíos, entablaron en 2014 la primera batalla legal para recuperarlas, alegando que fueron expoliadas y haciéndose representar por dos poderosos bufetes de abogados, el alemán Markus H. Stätzel y el estadounidense Nicholas M.O’Donnell, que califican como una farsa los trabajos de la Comisión Limbach, nombrada por el Estado alemán para estudiar el origen de las adquisiciones. Decidieron llevar el caso ante los tribunales de EE.UU. Desde el período de posguerra, se han llevado a cabo 44 exhibiciones del Tesoro, todas ellas bajo supervisión de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano (SPK). Desde 1999, el SPK ha procesado más de 50 solicitudes de restitución de 350 obras de arte y más de 1.000 libros, entre los que destacaron un dibujo de Vincent van Gogh y «Der Watzmann», de Caspar David Friedrich. Pero en este caso, la negativa es tajante, puesto que las autoridades alemanas cuentan con la documentación que, a su juicio, justifica la operación de compra justa, por un precio ajustado al mercado de la época, y seguramente también porque su pérdida podría ocasionar incluso la desaparición del museo. «Cualquier transacción de 1935, en que los vendedores eran judíos y el comprador era el Estado nazi, está por definición viciada de nulidad», ha expuesto sin embargo el abogado Nicholas O’Donnell ante la Corte Suprema, en Washington, a lo que la Fundación alemana responde que la colección ni siquiera estaba en Alemania en el momento de la venta.

La portavoz de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, Stefaanie Heinlein, muestra serenidad y esperanza acerca del resultado de este proceso. «Ya ha habido otras sentencias y desde entonces no han surgido nuevos hechos que sugieran que pueda haber nuevas consideraciones por parte de un tribunal», explica. Pero O’Donnell cree poder probar que la investigación llevada a cabo por las autoridades alemanas y sobre la que se han fundamentado otras sentencias anteriores fue «defectuosa» y razona que por ese motivo sus clientes decidieron radicar la demanda en Washington, porque piensan que «las cortes federales de Estados Unidos son las más adecuadas para determinar los derechos de propiedad» bajo la ley de inmunidades soberanas extranjeras.

El juicio en la Corte Suprema de Washington genera una situación diplomática inédita. «Será la primera vez que Alemania tenga que defenderse ante un tribunal estadounidense contra una reclamación de restitución», dice Jonathan Freiman, abogado de la parte alemana que espera que los demandantes exploten el componente nazi de la historia de la venta. La demanda ante el tribunal estadounidense sienta además un serio un precedente. En adelante podrían surgir otros casos similares en tribunales en EE.UU. y los herederos demandantes ya no tendrían que demostrar que la venta fue forzada, sino que serían los museos alemanes los que tendrían que demostrar que ellos son los propietarios legítimos de obras adquiridad durante el régimen nazi.

Un regalo para Hitler

Aunque la colección fue adquirida por el Estado prusiano, con la intención declarada de preservar un patrimonio nacional y conservarlo en territorio alemán, la riqueza de los retablos medievales y la ornamentación de piedras preciosas de los relicarios pronto llamó la atención de los coleccionistas de la jerarquía nazi. Hermann Göring, en esa época primer ministro de Prusia y a partir de 1935 también comandante de la Fuerza Aérea alemana, le regaló personalmente a Hitler ese Tesoro como una muestra de adoración. Los demandantes aseguran poder probar, además, que Samy Rosenberg, uno de los coleccionistas, había sido amenazado de muerte, de forma que si no hubiese vendido el tesoro bajo las condiciones impuestas por el Estado Prusiano él y su familia nunca habrían logrado salir de Alemania.

Este argumento ya fue considerado suficientemente probado por la jueza estadounidense Colleen Kollar-Kotelly. El 31 de marzo de 2017 declaró que la «toma de posesión del Tesoro de los Güelfos tiene suficientemente vinculación con el genocidio y la venta forzada puede ser interpretada como una violación del derecho internacional». El principio de que un Estado soberano no puede ser demandado ante tribunales de otro Estado pierde validez en casos de violaciones del derecho internacional.


Tomado de portal del diairo abc.es