Qué va a pasar en el país después de este lunes 27 de abril

Foto: Santiago Saldarriaga Quintero. EL TIEMPO

El Gobierno trabaja en una ruta para una liberación paulatina y progresiva de la cuarentena.

Por: Armando Neira

EL TIEMPO

Pocos símbolos en la historia de Colombia han tenido tantos significados como el trapo rojo. Con la gestación del comercio formal, los vendedores de carne lo izaban para anunciar su producto, los rebeldes que se alzaron en armas se lo amarraron al irse al monte y ahora cuelgan de las ventanas en señal de hambre.

El fenómeno empezó hace unos días en el empobrecido Soacha, al sur de Bogotá, y se extendió con rapidez por el país. “Lo hicimos para clamar ayuda. La escasez de comida es angustiante”, argumenta el alcalde de Envigado, Antioquia, Braulio Ospina, quien colgó un trapo rojo en el Palacio Municipal.

A este drama se llegó por la intempestiva y natural parálisis por la cuarentena obligatoria para contener el mortal avance del coronavirus. Si en las fachadas cuelga el trapo rojo que refleja la incertidumbre de puertas hacia adentro, el saldo de las cuentas de la Nación es también inquietante.

“La cuarentena generalizada durante un mes tiene un costo de entre 48 y 65 billones de pesos (4,5 a 6,1 % del PIB)”, dice un informe de Fedesarrollo titulado ‘Covid-19: costos económicos en salud y en medidas de contención para Colombia’. Su director, Luis Fernando Mejía, pide evitar ese dilema que algunos ponen sobre la mesa: ¿se salvan vidas o la economía?

“Debemos superar esta falsa disyuntiva y más bien ver esta situación como una oportunidad para dar discusiones que hemos evitado por años y que nos deberían ayudar a tener una sociedad más justa”, dice Julián Arévalo, decano de la Facultad de Economía del Externado.

Para Mejía, máster en Economía de los Andes, son válidas las drásticas medidas para
contener la pandemia porque permiten aumentar la capacidad instalada del sistema de salud y disminuir la sobrecarga en la atención de emergencia. Así se reduce el número de muertes.

Aunque sabe, con cifras en la mano, que su prolongación en el tiempo implica altos costos en términos de actividad económica, con el consecuente deterioro en el empleo, el ingreso y la salud de millones de hogares en el país.

“Así como es inviable desde el punto de vista económico, y desde el ético y moral, no tomar medidas de distanciamiento social para evitar la expansión del covid-19, también lo es mantener medidas de cuarentena por largos periodos de tiempo, por los costos que estas imponen especialmente en las franjas más vulnerables de la población”, dice.

Con esta premisa, también trabaja el presidente Iván Duque. Para el mandatario, plantear vida o economía “es un falso dilema” porque “no hay economía sin salud ni salud sostenible sin actividad económica”.

Sin embargo, los días pasan y la presión aumenta. Se vio esta semana que pasó en algunos barrios de Bogotá en donde muchas personas salieron a gritar que están aguantando hambre.

Bogotá, un espejo

La situación de la capital refleja el problema del país. Un sondeo hecho por la Cámara de Comercio con 449 empresas de la ciudad y de la región, realizado entre el 3 y el 13 de abril, reveló que solo el 3,6 por ciento de las compañías están trabajando al ciento por ciento de su capacidad; menos de un tercio (28,1%) lo hacen al 10 por ciento y un poco más de una cuarta parte (26,3%) no están activas.

La gran mayoría de estos empresarios, señala el estudio, no tiene la solvencia para sostener los empleos. ¿Entonces? El desafío es similar para todas las sociedades del planeta.

Países ricos como Alemania y Dinamarca empezaron a desescalar las medidas, pero con extrema precaución, con el propósito esencial de reactivar la economía y la vida cotidiana de sus ciudadanos.

Pero, eso sí, con extrema precaución: el éxito en la batalla sigue siendo “frágil”, argumentó la canciller Angela Merkel, quien exigió a sus ciudadanos un riguroso compromiso para que los contagios no se disparen. Por su parte, el director regional de la Organización Mundial de la Salud para Europa, Hans Kluge, fue categórico al sentenciar que la situación en Europa todavía es “muy preocupante”, por lo que para él “ahora no es el momento de relajar las medidas”.

De vuelta aquí, el presidente Duque sabe que hay que reabrir el país: “No podemos dejar que el virus nos arrebate todo lo que hemos construido a lo largo de la vida, y por eso tenemos que conciliar entre la protección de la vida, el sistema de salud y, al mismo tiempo, mantener nuestra capacidad productiva”, dice. ¿Por qué la urgencia? Para no afectar lo logrado “en términos de empleo y en reducción de la pobreza”, sostiene.

Y, en ese sentido, tiene una hoja de ruta que él llama ‘Aislamiento preventivo obligatorio colaborativo e inteligente’, para ser cumplida por toda la sociedad.

Esta detalla, por ejemplo, que “los niños y jóvenes deben estar en su casa, como mínimo, hasta el 30 de mayo. No universidades, no colegios, no jardines para que no se conviertan en vectores de propagación”.

Igualmente, que “los adultos mayores de 70 años, muy juiciosamente, también se mantengan en casa hasta finales de mayo”. Así mismo, que las personas con preexistencia médica, “que las hace vulnerables al virus, también permanezcan en la casa”. Y no a la reapertura de los eventos públicos como el campeonato de fútbol, ni discotecas ni bares. “Aquí tenemos que recuperar vida productiva mas no la vida social”, sentencia.

Riesgos y temores

En este contexto, se continuaría con procesos que hasta ahora han sido eficaces, como el teletrabajo, y a la vuelta, lenta y progresivamente, de otros sectores laborales, pero con nuevas condiciones de bioseguridad (ver entrevista con la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez). La conclusión de Duque es clara: “No queremos retroceder en lo que hemos ganado frente al virus”.

Este no solo es el riesgo, sino el mayor temor: que la gente, al liberar algunas medidas de movilidad, se relaje en los cuidados de prevención de salud y brote una explosión de contagiados que eche por la borda el esfuerzo de estos días.

Por eso, el ministro de Salud y Protección Social, Fernando Ruiz Gómez, dice que la cuarentena no terminará el próximo 27 de abril.

En sus palabras, se trata de una apertura global sistemática, gradual y controlada de varios sectores de la economía.

Eso sí, advierte este máster en Salud Pública de Harvard School of Public Health, en caso de riesgo, se volvería a hacer un cierre del país. No se trata de escoger entre vida y economía, sino de asumir unidos y de manera responsable este desafío para poder pasar esta página de trapos rojos.

Armando Neira
EDITOR DE POLÍTICA


Tomado del diario EL TIEMPO