A un año de la muerte de la autora de “La saga de los confines”

Foto: Delfo Rodríguez

Liliana Bodoc: la escritora que reinventó el género fantástico desde el Sur

“La Tolkien argentina”, como la llamaban sus lectores, fue best seller y muy premiada, pero elegía el bajo perfil.

Por: Verónica Abdala

Diario Clarín (Ar)

La autora de La Saga de los Confines murió hace exactamente un año atrás, a sus 59, y será recordada por haber sabido reinventar el género fantástico desde el Sur, combinando la épica con la historia de las culturas americanas. Celebrada tanto en ámbitos académicos como en los círculos de lectores más jóvenes, legó 15 títulos en los que dio forma a un universo propio.

Había elegido vivir junto a parte de su familia –su marido, su hija, un nieto; y tenía otro hijo, Galileo o “Galo”- en una cabaña austera de techos azules –rodeadas de otras cabañas pintadas del mismo color-, en el pueblo de El Trapiche, a 30 kilómetros de la Ciudad de San Luis, entre lavandas que perfuman el aire y en medio de un paisaje agreste que es como un cuadro en movimiento. Tenía cierta predilección por la soledad y la escritura le había dado, acaso, la excusa perfecta para vivir en un marco natural, lejos del bullicio y el run run de las apariencias forzadas.

Para llegar hasta su casa a pie -adonde a esta cronista le tocó viajar- había que cruzar uno de los arroyos que atraviesan el pueblo y alivian la sequía de la tierra: ese fue el lugar en el que forjó en parte una obra monumental, que admiró la propia Ursula Leguin, escritora estadounidense también fallecida en 2018, y referente histórico del género fantástico y de la ciencia ficción.

Inspirada en la lectura de J.R.R. Tolkien, que le impactó de manera imprevista y determinó su predilección por la épica fantástica -antes, en la juventud, se había empapado de los textos de Neruda, Rulfo, García Márquez, Cortázar y Guillén-, Bodoc creó mundos impregnados de su propia poética, que aludía también a la ética de los derrotados.

La Saga de los Confines, la trilogía que le valió el reconocimiento definitivo, es una aventura literaria que llegó a vender más de 120 mil ejemplares en más de 16 ediciones. En esa ficción, inspirada en la América precolombina, los pequeños actos se entretejen con los épicos, y niños y mujeres son capaces de torcer el rumbo de las cosas. Fue tras su publicación que Leguin le escribió: “Vuelvo a casa de dos viajes. Los suyos me llevan más lejos”. Para construir su trama, Bodoc había dedicado meses al estudio de las culturas originarias del continente; aztecas, mayas y mapuches.

El primer título de esa saga -y su primera novela publicada-, Los días del venado, apareció en 2000, cuando Bodoc tenía 40 años. La historia se completaría con Los días de la sombra y Los días del fuego.

Aquí, en la Argentina, las comparaciones no se hicieron esperar, y a Bodoc la llamaron “la Tolkien argentina”, y luego “la Rowling argentina”, por sus historias cargadas de magia -también al estilo de la escocesa J.K. Rowling, la autora de Harry Potter- que despertaron fanatismo en los adolescentes. En ambos casos, los lectores –los jóvenes fueron especialmente receptivos- llegaron antes que los críticos.

Bodoc había nacido en Santa Fe en 1958, y creció en un barrio fabril de Mendoza, al que su familia se mudó cuando tenía cuatro años. Su padre era ateo y marxista, profesor de teatro. Cuando ella tenía seis, murió su madre. En ese otro paisaje inhóspito –“devastado”, decía ella– que acompañó el silencio y la falta de respuestas, nació su tendencia a imaginar universos alternativos, y cierta inclinación por el ostracismo voluntario.

Creía, no casualmente, que “para hacer literatura hay que saber callarse a tiempo: en la literatura como en la vida -dijo en una conferencia-, el silencio está cargado de sentidos”.

Había estudiado Licenciatura en Letras en la Universidad de Cuyo –más tarde ejercería como docente de Literatura Española y Argentina en varios colegios de esa universidad-. Su vida y su carrera dieron un vuelco sin retorno cuando se topó con los libros de Tolkien, a quien consideraba su gran maestro: “Me enamoró, se volvió casi adictivo para mí, y me impulsó a escribir. La saga de los confines no hubiera existido de otro modo”, explicó a Clarín en junio de 2018, durante una de sus últimas entrevistas con un medio gráfico.

“Para hacer literatura hay que saber callarse a tiempo: en la literatura como en la vida, el silencio está cargado de sentidos”, sostenía la autora.

Su última novela, Elisa, la rosa inesperada (Norma), publicada en 2017, inauguraba, decía ella, una nueva etapa en su carrera. La idea original era escribir una obra ligera, de una adolescente que emprende un viaje inciático por el norte argentino, y que le serviría a la propia Bodoc para concretar su primer viaje en soledad. Pero una enfermedad inesperada, que la atacó con violencia después de una visita al cementerio de Tilcara, la asustó al punto de torcer sus planes y su pluma. Su novela terminó siendo un relato en el que la magia –a la que no renunció nunca- se mezcla con problemáticas sociales de una actualidad acuciante, como la trata de personas, que roza a la protagonista adolescente, Elisa Viltes. “El arte acompaña hasta donde puede –dijo entonces la escritora, en relación al tema de la trata-. Lo que espanta es la complicidad de la sociedad: que tanta gente sepa lo que pasa y casi nadie haga nada.”

Otros de sus libros más celebrados –varios de ellos fueron traducidos al alemán, francés, holandés, japonés, polaco, inglés e italiano- son Memorias impuras, que ahora se reedita por Alfaguara, y Presagios de carnaval.

Entre otros reconocimientos, había sido honrada en 2004 y 2014 por la Fundación Konex, que le otorgó el Diploma al Mérito y, en 2014, el Premio Konex de Platino. En mayo de 2016 recibió el título Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo, donde se formó, e integró a su vez la prestigiosa lista “The White Ravens” (otorgada por el International Board on Books for Young People, IBBY), en dos oportunidades, 2002 y 2013. Aunque la enorgullecían los premios, lo suyo no era la vanidad, sino la humildad. Se la extraña.


Tomado del portal del diario Clarín (Ar)