Baja de previsiones, un campanazo de alerta para el 2019

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Al cierre de la Cumbre de Davos, las previsiones se pueden interpretar como una señal de que la situación global es susceptible de empeorar.

Por: Ricardo Ávila Pinto – Enviado especial / Davos

Diario Portafolio

La primera impresión que confirma que la reunión anual del Foro Económico Mundial está próxima a terminar, es que las zonas en las que usualmente se reúnen los delegados a tomar café -cuyo proveedor oficial es la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia- o simplemente a conversar, se ven menos llenas. Con un poco de suerte es posible, incluso, conseguir un asiento para sentarse o hasta leer el periódico.

A diferencia de los días previos, el viernes es raro el panel temático que agota las sillas disponibles. Ese fue el caso en la última sesión de clausura cuyos invitados eran de postín: Christine Lagarde del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, encargada interinamente del Banco Mundial, Haruhiko Kuroda, la cabeza del Banco de Japón y Mariana Mazzucato, profesora de una universidad de Londres cuyo más reciente libro acabó siendo uno de los más aclamados del 2018.

Habría sido útil, comentó uno de los presentes, que más personas hubieran escuchado el mensaje de cierre, concentrado en los grandes retos globales. El cambio climático no podía faltar, junto con los lamentos por la falta de acción efectiva para ponerlo en cintura.

Para convencer a los escépticos, Georgieva sugirió la mejor fórmula: “saque una foto de sus hijos o de sus nietos, mírela y piense cómo va a ser el futuro que van a tener si no hacemos nada para controlar el calentamiento global. Eso le va a cambiar la perspectiva”.

Tampoco faltaron los reconocimientos con respecto a la falta de progreso para corregir la desigualdad, que en una discusión previa habían sido debatidos plenamente.

Cuando le llegó el momento de intervenir, el holandés Rutger Bregman puso los puntos sobre las íes al decirle al auditorio que la solución ya estaba inventada: volver a las tasas impositivas que eran aceptadas en los países desarrollados a mediados del siglo pasado. “Aquí puede venir Bono muchas veces y eso no va a solucionar el problema”, afirmó con vehemencia, despertando las risas del auditorio.

Por otro lado, es grande la preocupación debido a fenómenos como el de los chalecos amarillos en Francia, que son la expresión de una rabia acumulada ante la falta de progreso de sectores de la sociedad en las naciones más ricas. La expresión de esa insatisfacción se ve no solo en las protestas en la calle, sino en la política, pues el auge del populismo muestra que hay cada vez más electores que se sienten atraídos por las promesas fáciles.

Y para los que piensan de manera más inmediata, quedó la inquietud sobre lo que puede traer el 2019. El recorte en las perspectivas de crecimiento para este año puede interpretarse como un campanazo de alerta con respecto a que la situación es susceptible de empeorar, sobre todo si los temores principales se convierten en realidad y la guerra comercial entre Estados Unidos y China se profundiza, mientras que el Brexit acaba siendo a las malas.

Lo curioso es que tales impresiones contrastan con lo que de manera individual contestaba cada participante proveniente del mundo de los negocios. Al ser interrogado el personaje del caso, la respuesta usual era de utilidades al alza y perspectivas de mejoría. No obstante, el sentimiento colectivo es otro y abunda en ceños fruncidos.

Quizás por ello, el ánimo de celebración se notó menos ahora. Claro que se vieron las fiestas de siempre, culpables de congestionar el tráfico de la pequeña población suiza, al igual que uno que otro exceso. Pudo ser el intenso frío -más fuerte que en otras ocasiones- pero lo cierto es que el tono sombrío contrastó con el cielo azul que hizo aun más bello este rincón del cantón de los grisones. Lástima que muchos parecían estar demasiado abrumados para notarlo.


Tomado del portal de noticias del dairio Portafolio