Chano Domínguez: «Aquella llamada de Tete Montoliú en mi momento de incertidumbre fue un gran apoyo»

El músico gaditano, considerado uno de los pioneros del jazz-flamenco, ha sido distinguido con el premio Nacional de Músicas Actuales

Por: Israel Viana

ABC

Cuando le comunicaron ayer a Sebastián «Chano» Domínguez (Cádiz, 1960) que había sido distinguido con el premio Nacional de Músicas Actuales 2020, no solo se acordó de sus padres -que siempre insistían en que se buscara «un trabajo de verdad, de 8 a 15 horas»-, de sus tres hijos -«todos músicos sin que yo les obligara»- y de amigos también galardonados como Martirio, Jorge Pardo o Enrique Morente. También le vino a la cabeza aquella llamada del gran Tete Montoliú en 1992.

«Yo acababa de publicar mi primer disco en solitario y sentía una gran incertidumbre por cómo iba a ser recibido. Un día, de repente, sonó el teléfono y era Montoliú para decirme que le parecía maravilloso

 lo que hacía y que se alegraba de que, por fin, hubiera un pianista en España que no le copiaba. Para mi sorpresa, la gente del jazz y del flamenco comenzó después a hacerme un hueco en sus proyectos, lo que fue un gran apoyo para mí», cuenta a ABC desde Portugal, donde se encuentra terminando una gira con el bandolinista brasileño Hamilton de Holanda.

Con este galardón, dotado con 30.000 euros, el Ministerio de Cultura y Deporte ha querido reconocer su «estilo muy personal» y «su larga trayectoria de cuatro décadas como compositor, intérprete y arreglista», que le han convertido en «uno de los representantes más grandes del jazz-flamenco». Asimismo, el jurado ha subrayado «sus numerosas colaboraciones con otros grandes artistas y proyectos nacionales e internacionales, como ponen de manifiesto sus últimos trabajos: “Chano y Colina”, junto a Javier Colina; “Paramus”, con Hadar Noiberg, y “A bola de nieve”, junto a Martirio». Un trabajo este último que precisamente hoy presenta en Las Rozas de Madrid junto a la cantante.

El legado

«No tenía ni idea, el premio me ha cogido totalmente por sorpresa. ¡Ha sido un alegrón, estoy muy feliz! Lo más reconfortante para mí con el paso de los años es ver cómo las generaciones más jóvenes que vienen pisando fuerte se han hecho eco de los trabajos que hicimos los músicos de mi generación. Hace treinta años no veías a ningún pianista de flamenco-jazz y hoy hay centenares. Muchos de ellos me envían sus discos para que les dé el visto bueno y, de hecho, en muchos de ellos tengo la sensación de que hay algo mío, me siento reconocido. Pero lo cierto es que tardé muchos años en darme cuenta de que la música que estaba haciendo era diferente a otras que se hacían aquellos años», reconoce.

De ello, sin embargo, hay muchas pruebas. Una de sus últimas entrevistas con este diario, por ejemplo, cogió a Domínguez recién aterrizado en Rajastán, a donde iba a ofrecer dos conciertos junto a maestros indios de instrumentos como el sarangui, el dholak o el kartal. Y siempre tuvo claro que en el universo que comenzó a dibujar a principios de los 80 iban a entrar pianistas de jazz como Bill Evans, Thelonious Monk, Chick Corea o Herbie Hancock y guitarristas flamencos como Sabicas, Gerardo Núñez, Vicente Amigo o Juan Manuel Cañizares.

«Yo no me di cuenta de que estaba haciendo flamenco-jazz. Esa etiqueta la pusieron las discográficas y vosotros, los periodistas. Yo solo hice la música que me gustaba desde el principio. Y como soy de Cádiz, me he criado en esa cultura. Mi primer instrumento, de hecho, fue una guitarra flamenca, así que siempre fue algo natural en mí tocar los ritmos de mi tierra», explica sobre aquellos primeros contactos con la música en casa de sus padres, donde sonaban los vinilos de Antonio Mairena, Pepe Marchena o El Tío Borrico. Después ganó la Muestra de Jazz para Jóvenes de Mallorca y salió en el Telediario de TVE. Eso le dio confianza y formó sus primeras bandas: primero Cai, grupo pionero del rock andaluz con tres discos, y luego Hixcadix, donde comenzó su deriva hacia el jazz.

La pandemia

No pasó mucho hasta que le empezaron a llamar figuras como Paco de Lucía, Wynton Marsalis, Tino di Geraldo, Tomatito, Paquito D’Rivera o el mencionado Morente. «Con él compartí muchos escenarios y muchas tardes en Madrid. Llegó a participar en un disco mío. Yo disfrutaba mucho de los riesgos que tomaba, a pesar de ser muy flamenco. Se atrevía con todo», explica Domínguez, que hace siete meses ha regresado a vivir a España.

Estuvo en Nueva York seis años, pero el 29 de febrero voló hasta Barcelona para iniciar una gira de 16 conciertos y decidió quedarse: «Sí, porque solo pude hacer el primero a causa de la pandemia. Le vi las orejas al lobo y supe que esto no iba a durar dos semanas. Por suerte, no tengo el agobio de otros compañeros en cuanto a dar conciertos, por eso es importante que les dejen seguir subiéndose a un escenario, con sus mascarillas, su distancia de seguridad y todas las medidas. La verdad es que yo he podido aprovechar para escribir mucha música nueva que tengo muchas ganas de grabar. En ese piso tenía tres pianos: uno de cola, uno de pared y un teclado [risas]. Siempre tengo un piano allá donde voy. Hasta tengo un teclado en casa de Martirio para cuando voy a ensayar con ella. Voy dejando pianos por todos las casas de amigos y compañeros que me interesan», comenta.


Tomado de portal español ABC