En “homenaje a la literatura y al arte” se publica la correspondencia de Andrés Caicedo

Foto: Las cartas de Andrés Caicedo habían encendido una disputa entre sus herederas sobre la gestión del legado literario del escritor caleño.

Tras una dura lucha, las herederas de los derechos literarios de Andrés Caicedo se pusieron de acuerdo para que se publicara la obra biográfica del autor de ‘¡Qué viva la música!’ Arcadia habló con Rosario Caicedo, su hermana más cercana.

Por: Leonardo Bautista

Revista Arcadia

Pese a haber dedicado la mayor parte de su vida al arte de escribir, Andrés Caicedo nunca conoció la fama de la que goza hoy su obra. De hecho, para el día que se suicidó, era prácticamente un autor inédito.

Ese viernes 4 de marzo de 1977 recibió un ejemplar editado de su novela ¡Que viva la música!, libro que despertó gran interés, y que sigue haciéndolo. Semanas después, en Medellín, se publicaría su libro de cuentos Angelitos empantanados o Historias para jovencitos, y el resto es historia.

Sin embargo, durante 43 años permanecieron ocultos cientos de textos en los que -en palabras de su amigo Luis Ospina- Andrés volcó “su pulso maestro, su necesidad desgarrada por expresarse y la gestación de su propio personaje”.

Se trata de su correspondencia, las cartas que durante siete años escribió a familiares, amigos y conocidos, y en las que confiesa sus dudas, sus sueños y los dolores de su alma.

La primera misiva, escrita en diciembre de 1970, está dirigida a su madre, Nellie Estela. Muestra a un muchacho de 19 años huyendo de casa.

Andrés Caicedo: un muchacho sin piel

Las dos últimas, redactadas minutos antes de morir, dan cuenta de su amor por el cine y por una mujer, Patricia Restrepo, quien se había marchado la víspera tras una noche de malentendidos.

Sus cartas estaban listas para ver la luz en un volumen titulado Correspondencia, de la editorial del Fondo de Cultura Económica de México, con prólogo de Luis Ospina y Sandro Romero Rey, quienes invirtieron varios meses en un exhaustivo trabajo de compilación y revisión.

Prometía ser el libro del año, pero en mayo de 2017 el lanzamiento se truncó por un veto de dos de sus hermanas: Pilar y María Victoria.

Lo que siguió fue un rifirrafe, un tire y afloja que ARCADIA detalló en sus ediciones impresas no. 142 y 143.

La publicación de los textos estuvo en vilo durante tres años. Pero este mes, finalmente, la editorial Seix Barral del Grupo Planeta puso a la venta la correspondencia de Andrés Caicedo en dos volúmenes (1970-1973 y 1974-1977).

Rosario Caicedo habló con Arcadia sobre cómo fue el proceso de publicación de los libros, y compartió varios recuerdos e imágenes familiares. Destacó que la circulación de esta obra es una victoria y “un homenaje a la literatura, al escribir bien y al arte”.

¿Qué pasó en 2017? ¿Por qué no se había podido publicar el libro?

Cuando el libro ya estaba llegando a la orilla -tenía prólogo, índice, y hasta se habían elegido los sitios donde el Fondo Cultura Económica iba a lanzarlo-, María Victoria y Pilar Caicedo, que representaban la mayoría de la sociedad de herederos, decidieron que no se publicaba; que las 198 cartas no podían publicarse.

La razón que dieron, es que consideraban que una carta no es pública y que solamente le pertenece al remitente y a los destinatarios.

Determinaron que el proyecto se acababa, y yo, que soy la minoría, dije que estaba completamente en contra de su decisión por dos razones. Por un lado, se perdía el trabajo de titanes que se había hecho. Por el otro, la razón que dieron negaba el significado literario de las cartas de un escritor.

Abundan los ejemplos. Hay bibliotecas enteras con ese tipo de legado literario: las cartas de Roberto Bolaño, de H.P. Lovecraft, de Flaubert…

Sentí como si estuviera leyendo 1984 de George Orwell: la paz es la guerra, el día es la noche. Es decir, que mi diccionario psicológico y literario había sido cambiado. Estamos hablando de unas personas que, se supone, tienen el propósito de proteger el legado literario de un escritor. Por eso pensé que tenía que denunciarlo. Uso esa palabra porque pienso que es censurar a un escritor.

¿Qué cambió entre 2017 y ahora?

Simplemente, después de una gran lucha, las herederas estuvieron de acuerdo en que se publicaran las cartas.

¿Quiénes participaron en este proyecto?

Sandro Romero, Luis Ospina, Mario Jursich, etc.

Pero este libro tiene dos héroes: Andrés Caicedo, quien dedicó 10 años de su vida a escribir, y Carlos Alberto Caicedo, su padre, que nunca lo pudo entender, y que, después de que su hijo se quita la vida, entiende inmediatamente que tiene que proteger lo que ha escrito

Tuvieron una relación profundamente contenciosa, pero tuvieron muchos signos de respeto mutuo.

Andrés murió un 4 de marzo y mi padre se sienta una semana después a organizar sus escritos. A los pocos meses lleva una lista donde un abogado -creo que se llamaba Rafael Navia- para formalizar el legado literario de su hijo escritor.

¿Y qué hay en esa lista? La correspondencia de Andrés. Desde 1977 el padre se dedicó a comprender la literatura de su hijo, y entrevió lo que parte de la familia nunca pudo entender.

Por eso, gracias a Dios, la censura no triunfó.

¿Cómo supo su padre que Andrés tenía un interés literario en las cartas y diarios que escribió?

Andrés se consideró escritor más o menos desde los 15 años y ejerció la profesión durante 10. En Correspondencias, el epígrafe que utilizan Sandro Romero y Luis Ospina para abrir el libro es el aparte de una carta de octubre de 1975 que Andrés dirige a Miguel Marías, y que dice: “Recién ahora, y estimulado por tu ejemplo, es que renuevo el género epistolar, en donde se puede encontrar, después de mi muerte, algo de lo mejor que he escrito”.

Eso es como un pequeño testamento, una afirmación clara del análisis que él hace de su propia escritura epistolar. Siempre consideró ese género parte de su legado literario.

¿Qué podemos encontrar en estas cartas? ¿Cuáles eran las preocupaciones de Andrés al escribirlas?

Andrés escribe sobre lo que conoce. Escribe sobre su familia, le escribe a su mamá. A mí me encanta que esta correspondencia empieza con una carta a su madre, con quien Andrés tuvo una relación muy estrecha y a quien amó profundamente.

Por otro lado, si lees la carta del 75 de “suicidio no suicidio”, como la llamo yo, no tiene fecha y está escrita a la carrera. Yo conozco bien su letra. El texto muestra la tragedia interior de Andrés, y el maravilloso escritor que era. Es bellísimo, desgarrador y muy breve; pero dice mucho. Es de una brevedad supremamente extensa.

Examinándola como lectora e intentando ser objetiva, me parece bellamente escrita y logra que uno vea y entienda la psique. Hay una parte en la que le agradece a su madre todo lo que ha hecho por él.

“Has sido la mejor madre del mundo y yo soy el que te pierdo, pero mi acto no es de derrota. Tengo todas las de ganar porque estoy convencido de que no me queda otra salida. Nací con la muerte adentro y lo único que hago es sacármela para dejar de pensar y quedar tranquilo”.

Andrés convirtió su tortura en poesía pura.

Hay varias cartas a la mamá, pero cuéntenos un poco más sobre la relación de Andrés con su padre.

En una carta que él escribe habla de esa relación atrofiada, pero al mismo tiempo abre los brazos al diálogo: “Todo hombre debe fijar muy bien, no tanto sus amigos, sino sus enemigos. Mis enemigos desde ya son todas las personas que se nieguen a cambiar. De ustedes, de ti y de mi mamá, yo quiero hacer los mejores amigos. Esa es mi proposición. De ustedes depende darme la respuesta”.

Esto muestra la persona que era.

Lo que pasó con esa propuesta de diálogo es que lo intentaron hasta el último día de la vida de Andrés, y que la conversación continuó después de su muerte hasta el último día de vida de mi papá.

Desde 1977 hasta el 2010, mi papá se dedicó a difundir la obra de su hijo, por eso yo lo considero un héroe.

Yo que tengo dos hijos, y me imagino lo que debió ser para una persona como mi papá sentarse a leer los escritos de Andrés, y decidir que iba a dedicarse a respetar y a promover su obra.

Andrés se mató a los 25 años queriendo publicar. Duró años tocando puertas. Después de su muerte, mi papá se encarga de cumplir ese sueño de su hijo.

Es él quien le abre el baúl de textos a Sandro Romero y a Luis Ospina. Mi mamá, que quedó completamente destruida con la muerte de su hijo, no lo hubiera hecho.

La mayor parte de la obra de Andrés se publicó postumamente, y ha podido hacerse gracias dos ángeles: Luis Ospina y Sandro Romero. Ellos se dieron cuenta de que allí había un tesoro que mi papá ya tenía organizado.

Luego de la publicación de la correspondencia, ¿qué queda de la obra de Andrés Caicedo que aún no se haya publicado?

Por ahora queremos concentrarnos en la alegría que estos libros de correspondencias producirán en las personas que quieren la obra de Andrés.

Pienso constantemente en Luis Ospina, ese amigo por excelencia que afortunadamente supo antes de morir (27 de septiembre de 2019) que los libros iban a ser publicados. Se pudo ir con esa tranquilidad.

Luis fue la persona que mejor entendió la brillantez de Andrés.

Yo no hice esto por ser la hermana de Andrés Caicedo sino porque creo en la hermandad del amor, que vale mucho más que cualquier otro tipo de hermandad.

Yo tuve la gran suerte de tener un hermano a quien quise y admiré, no porque fuera familia sino por ser Andrés quien era. Por encima del lazo de sangre me di cuenta desde muy pequeña de que Andrés era una persona profundamente especial.


Tomado del portal de la Revista Arcadia