Evangelio de martes, 1 de junio

Lectura del santo evangelio según San Marcos 12, 13-17
En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: «¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.» Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta cara y esta inscripción?» Le contestaron: «Del César.» Les replicó: «Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.» Se quedaron admirados.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor

Meditación: Buscar la gloria de Dios y el bien de la humanidad.
Los fariseos se acercan a Jesús con adulaciones e intenciones ocultas para preguntarle sobre la licitud de pagar o no los impuestos del imperio. Si Jesús dice: “¡Tienes que pagar!”, podrían acusarle ante el pueblo de ser amigos de los romanos. Si dice: “¡No hay que pagar!”, podrían acusarle ante las autoridades romanas de ser subversivo. ¡Parecía un callejón sin salida! Jesús percibe la hipocresía y en su respuesta va derecho al núcleo de la cuestión. Jesús separa y pone distancia para no confundir a los que le siguen.

Con el “Dar al César lo que es del César” Jesús enseña que no está mal cumplir con las obligaciones temporales, reconociendo la importancia de una conciencia bien formada en la práctica de la ciudadanía responsable; es más, la Iglesia indica que todo buen cristiano debe ser un buen ciudadano y así puede contribuir a construir una sociedad justa, pacífica y reconciliada. Dice el Concilio Vaticano II que “se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 43).

Al poner el acento en la segunda parte de la frase: “y DAR a Dios lo que es de Dios”, el Señor recuerda que la persona es imagen y semejanza de Dios, es decir, que lleva impresa en lo más profundo de su ser la imagen del Creador. Dar a Dios lo que es de Dios significa estar dispuestos a hacer su voluntad reconociendo la primacía del mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22,37).
Así se expresa que la recta relación con Dios toca toda la vida de la persona. El Catecismo de la Iglesia señala unas vías para expresar el amor a Dios que ha amado primero: la adoración como reconocimiento, respeto y obediencia a Dios como Creador, Señor y Salvador. La oración como experiencia personal y comunitaria que libera de un ritualismo vacío. El ofrecimiento de la vida cotidiana trazada por la búsqueda de la voluntad de Dios y la experiencia de comunidad que busca la edificación del otro.

Por eso, el cristiano mira a la realidad futura, a la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien puestos en la tierra– y responder, con valentía, a los retos que se presentan cada día.

P. John Jaime Ramírez Feria