Evangelio del día: Miércoles 7 de abril de la Octava de Pascua

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor.

Meditación
El Evangelio de hoy nos trae el pasaje del los discípulos de Emaús. El cansancio y la desilusión se imponen en su camino; el acontecimiento de la cruz había roto en ellos la esperanza, tan solo quedaba regresar para retomar su pasado. Sin embargo, Jesús sale a su encuentro, les abre el entendimiento y enciende en ellos la fe que los transforma en testigos de la resurrección.
Pongamos como punto de partida la realidad que los caminantes de Emaús experimentaban. La aparente “derrota” de la cruz, anulaba toda la esperanza que el Maestro había hecho florecer en ellos; ¿qué quedaba? Volver a atrás, a lo de antes, pero cargados de desilusión, de miedo y frustración porque no han comprendido el misterio del Crucificado van por un camino de derrota en el que la fe se ve eclipsada; no ven con claridad ni comprenden lo que el Señor les ha dicho. También hoy mucha gente vive esta misma situación. Y Jesús se acerca, camina con ellos, los escucha, les pregunta y les permite exteriorizar su frustración. Jesús se toma el tiempo para escuchar su realidad, sus problemas y comienza a iluminar su camino con la Palabra de Dios y con la experiencia vivida. Desde su dolor les hace ver el proyecto de Dios y despierta en ellos su memoria experiencial. Así les ayuda a descubrir la fuerza de la cruz que se convierte en signo de la vida, la esperanza y la victoria cristiana.
Jesús les hace arder el corazón al explicarles las Escrituras y en la Fracción del Pan lo reconocen; sí, es el Señor que se ha sentado a la mesa en la Última Cena y les ha dejado el memorial de su amor; sí, el Crucificado ha vencido la muerte y el pecado, y está vivo.
Por esto, salen de prisa a compartir lo vivido; vuelven a Jerusalén, resucitados. Como escribe un autor: “Los dos recobran valor y vuelven a Jerusalén, donde continuaban activas las mismas fuerzas de muerte que habían matado a Jesús y que habían matado en ellos la esperanza. Pero ahora ha cambiado todo. Si Jesús está vivo, entonces en él y con él hay un poder más fuerte que el poder que le mató. Esta experiencia ¡los hace resucitar! ¡Realmente todo mudó! ¡Valor, en vez de miedo! ¡Retorno, en vez de ida! ¡Fe, en vez de falta de fe! ¡Esperanza, en vez de desesperación! ¡Conciencia crítica, en vez de fatalismo frente al poder! ¡Libertad, en vez de opresión! En una frase: ¡vida, en vez de muerte! ¡En vez de la mala noticia de la muerte de Jesús, la Buena Nueva de su Resurrección! ¡Los dos experimentarán la vida, y vida en abundancia! (Jn 10,10). ¡Señal del Espíritu de Jesús actuando en ellos!”.

P. John Jaime Ramírez Feria