Evangelio del día: Viernes 6 de abril

Lectura del santo Evangelio según Juan 6,1-15
Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: « ¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente el signo que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación
Iniciamos la lectura del capítulo 6 del evangelio de san Juan. Mucha gente seguía a Jesús porque veían los signos que realizaba en los enfermos y sentían admiración por su manera de enseñar; subió a la montaña y viendo la multitud confrontó a los discípulos con la necesidad de la gente.

A la inquietud de Jesús, Felipe responde con un cálculo lógico y, constatando un problema, reconoce su incapacidad sin presentar ninguna solución. En medio de la tensión Andrés presenta una solución “ilógica”: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”. Ahí comienza a acontecer el signo revelador, el milagro: el muchacho entrega sus cinco panes y dos peces para alimentar a cinco mil personas.

Jesús compadecido por la necesidad de la multitud sabe bien qué hacer, sin embargo quiere que los discípulos se vean implicados y aprendan la lógica del evangelio. El camino para ellos era despedir a la gente, pero para Jesús la actitud debía ser otra: la confianza plena en la providencia divina: “A partir de este poco, dice el Papa Francisco, Dios puede hacer salir lo necesario para todos. Jesús confía totalmente en el Padre celestial, sabe que para Él todas las cosas son posibles. Por lo tanto le dice a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta – no es una casualidad: esto significa que ya no son una multitud, sino se vuelven comunidades, alimentadas por el pan de Dios. Y luego toma los panes y los peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición – es una clara referencia a la Eucaristía – y después los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen… y los panes y los peces no se acaban”.

En medio de la situación que vivimos el mensaje del evangelio toca profundamente nuestro corazón. surge la esperanza en la humanidad cuando hay tantas personas que provocan el milagro constante del compartir. Sí, el milagro del evangelio, es decir, el dar de lo que se tiene para vivir no de lo que sobra, dar de sí para convertirse en signo de la Providencia divina. Ser un don para los demás confirmando la satisfacción existencial que esto produce. Donarse no por la foto, el reconocimiento o el aplauso, sino porque se ha comprendido lo que es la compasión. Este evangelio hoy se renueva en tantos rostros, historias y realidades que nos mueven a hacer lo mismo: dar la vida para ganarla.

Concluyamos la meditación con la siguiente afirmación del Papa Francisco: “He aquí el milagro: más que una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad”.

P. John Jaime Ramírez Feria