‘Jam session’ libresca

En ‘Yas’, de Eduardo de los Santos, los personajes, aunque fracasados, ganan un porte heroico; y los hechos comunes adquieren la fatalidad y la superstición del material literario

Por: Carlos Pardo

Babelia / EL PAÍS (ES)

Suele acusarse a las primeras novelas de ser veladamente autobiográficas, cuando más bien el riesgo, incluso de las valiosas como ésta, es caer en lo excesivamente libresco: que el debutante se alimente del prestigio de ciertas formas literarias, antes que de una experiencia propia. En Yas es clara la voluntad de Eduardo de los Santos (Madrid, 1992) de enfrentarse al problema abiertamente; en este caso, “sublimando”: aunque el protagonista, Manu, es colaborador de varias revistas culturales y librero en La Pasajera, cuyo nombre deriva de la librería en que el propio De los Santos trabaja, ahí termina el parecido con la realidad. El autor se coloca unos centímetros por debajo de su historia para engrandecerla: desde esa perspectiva los personajes, aunque fracasados, ganan un porte heroico, y los hechos, si bien comunes, adquieren la fatalidad y la superstición de lo que ya sabemos material literario.

También el Madrid de Yas, narrado con un entusiasmo mítico, es tan real como leído, a la vez hijo de la ira de Dámaso Alonso, con su millón de muertos, y del París de Rayuela y sus vagabundeos iniciáticos. Porque para De los Santos lo próximo es el punto de partida de un diálogo principalmente literario. Y uno agradece tanto la lucidez como la humildad de la “nota del autor”: “A veces se tarda mucho en sonar como uno mismo”, señala De los Santos, a la vez que agradece “todas las voces que ya forman parte de la mía”.

Sobre todas, la de Roberto Bolaño ejerce un magisterio singular: las ramificaciones e historias dentro de historias, la predilección por los hermosos vencidos, el manejo de tramas políticas con personajes dobles y la desesperada invocación generacional. El maestro le da un modo para hacer coincidir con fluidez el micromundo de una bohemia menor (aquí, más jazzística que literaria) y un pasado en el que confluyen la masacre de Tlatelolco y las torturas de la Brigada Político-Social franquista.

Manu, un joven librero, y el poeta argentino Leonardo Espacio conversan en una madrileña noche de insomnio. Ambos son víctimas sentimentales de la trompetista de jazz Tania Almada. Tania no sólo ha huido de sus amigos y parejas, sino de una prometedora carrera musical. Mediante un calculado juego de planos que cercan al fantasma de Almada, De los Santos apuesta por cederle a cada personaje su tiempo y su autorretrato. Cada voz entra en escena con el aparente azar de una jam session, aunque nada hay en Yas de improvisado. En este sentido, destacan dos personajes en principio laterales, pero revelados hacia el final de la novela: Santiago Tebaldi, torturador, superviviente y siniestro, e Irene, la nueva pareja de Manu, aislada de las implicaciones de la trama de otros personajes de Yas, pero con un curioso monólogo sobre su propia tentativa de huida.

También hay que entender Yas como un diálogo entre dos orillas. No sólo porque sume episodios en México, Colombia, Chile… El proyecto de Eduardo de los Santos implica saberse heredero de una tradición literaria latinoamericana: por su uso de un español plural, no hispanocéntrico, por sus evidentes guiños al boom, por una temprana sabiduría narrativa, por cierta distinción lírica de su prosa y por su tendencia a lo mítico, a una realidad aumentada, cargada de saberes librescos.

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Autor: Eduardo de los Santos.

Editorial: Alfaguara, 2020.

Formato: Tapa blanda y versión e-book (302 páginas).


Tomado del suplemento Babelia del diario EL PAÍS (ES)