John Coltrane, el sonido del alma

Foto: Chuck Stewart

Entre las decenas de películas y series mediocres de las plataformas digitales aparecen de vez en cuando joyas como el documental sobre el gran saxofonista estadounidense

Por: Carlos Boyero

EL PAÍS (ES)

Resulta cansino atravesar durante demasiado tiempo ese supermercado que presuntamente te ofrece la felicidad audiovisual y conocido como “plataformas digitales”. La oferta de cine es desalentadora (con excepciones), al menos en Netflix y en Movistar, que son las dos a las que tengo acceso hasta ahora en mi inteligentísima televisión. Abundan películas tan rutinarias como previsibles, incluso cutres, que han logrado cierto éxito comercial. Y acostumbro a abandonar con gesto hastiado y sin esperanza las series de televisión (con excepciones) después del tercer o cuarto capítulo. Al tener que producir sin pausa para rellenar la programación, hay sobredosis de mediocridad y copias infames de series que atesoraban calidad. También productos que ves y escuchas sin que te ocurra nada malo, pero inmediatamente olvidables. Por ello, guardo con infinito celo mi filmoteca en DVD y en Blu-ray, un mercado prácticamente extinguido. Y voy a comprarme varios reproductores, ya que imagino que están dejando de fabricarlos. Esas películas, discos y libros son el único tesoro que espero me acompañe hasta el final.

Pero sí encuentras sin tener que hacer demasiado esfuerzo documentables impagables en la parrilla de Netflix. Hablando de la Historia, de personajes memorables, de la música. Hay documentados, complejos, apasionantes retratos de gente tan justificadamente legendaria como Frank Sinatra, Bob Dylan, Robert Johnson, Nina Simone, Johnny Cash, Sam Cooke, Keith Richards, tipos que han formado la banda sonora de la vida de muchas personas. Y sin que nadie me haya avisado de su existencia, me encuentro con el formidable Chasing Trane (Persiguiendo a John Coltrane). O sea, palabras mayores. Creo que nadie con un sentido del gusto medianamente educado o en posesión de sensibilidad puede olvidar el inconfundible sonido de ese saxo mágico. Te remueve el corazón y el cerebro. Sirve para traducir muchos estados de ánimo. Es la belleza y la hondura, el anhelo del cielo después de haber conocido el infierno. Ilustra la soledad, el amor, la resignación, la catarsis, la espiritualidad. Sabe a noche, a vulnerabilidad, a poesía, a tristeza. Es exaltante, grandioso, delicado y tierno. Va directo a las entrañas. Y provoca una emoción inigualable. Como el sonido del piano de Bill Evans, la trompeta de Miles Davis, lo que desprende el saxo de Coltrane te va a regalar una sensación maravillosa y a perpetuidad.

Chasing Trane está narrado por el actor Denzel Washington. Aparecen los testimonios de músicos ilustres, que fueron sus amigos o tuvieron la suerte de tocar con él. También sus hijos. Incluso Bill Clinton (y es complicado asociar la política, esa cosa ancestralmente turbia y prosaica, con el lirismo de la música) dice cosas lúcidas y conmovedoras sobre su música. No se si se lo habrán escrito o si sale de él. Nos cuentan lo que hizo el jaco con él durante unos años oscuros de su existencia, hasta el punto de que Miles Davis, alguien que se lo metió todo, le despide de su grupo por ser un cadáver andante. Grupo al que retornará un tiempo después para grabar esa obra de arte titulada Kind Of Blue.

Su primera mujer, la que se tragó su mono y su devastación, se llamaba Naima. Así se llama la preciosa canción que compuso para ella Coltrane. Su hijastra cuenta que la separación entre ellos fue tan sorprendente como definitiva. Él se casa con la pianista Alice Coltrane, tienen varios hijos a los que dedica tanto amor y mimo como a su música. Y se encierra durante un tiempo en completa soledad para componer el impresionante disco A Love Supreme. Jamás olvidaré lo que sentí la primera vez que lo escuché. En el año 72, en una casa de la Puerta de Toledo de Madrid, después de ingerir al amanecer algo tan alucinógeno como potente. Me ocurrió de todo oyendo una y otra vez esa música, el recuerdo es mágico. No sé si ese “amor supremo” que retrata Coltrane sería Dios, su mujer, sus hijos, la gente que amaba, los recuerdos más intensos, el deseo, la necesidad de algo sublime en su presente y en su futuro, o la música. Da igual. Solo existe la hermosura y los sentimientos que transmite. Son eternos en el curso del tiempo.

¿Qué cuatro discos suyos me llevaría a una isla desierta?. Todos. Pero si forzosamente tuviera que elegir: My Favorite Things, Blue Train, The Gentle Side of John Coltrane y A Love Supreme. Esa música es un regalo para el alma. Y un alboroto. Y una alegría. Y un llanto.


Tomado del portal del diario EL PAÍS (ES)