Kafka en el Brexit

‘La cucaracha’, una especie de reverso de ‘La metamorfosis’, es una barra libre de desiguales ingeniosidades de Ian McEwan

Por: José María Guelbenzu

Babelia / EL PAÍS (ES)

El prestigioso y exitoso novelista inglés Ian McEwan decide escribir una historia satírica sobre la Inglaterra del Brexit y la acomete apoyándose en un texto clásico: La metamorfosis, de Franz Kafka. El punto de tangencia es el comienzo de ambas obras; en la de Kafka, un hombre amanece convertido en un insecto que bien podría ser una cucaracha (aunque la doctrina aún no se ha puesto de acuerdo); en la de McEwan, una cucaracha amanece convertida en un hombre. Esta es toda la coincidencia entre ambas novelas cortas, pues mientras con la primera entramos en lo que se llamó literatura del absurdo, en la segunda la propuesta es una sátira, género bien cultivado en la literatura inglesa desde la admirable Los viajes de Gulliver.

Lo que convierte a la historia de Gregorio Samsa en una obra maestra de la literatura, que da pie a buena parte de la escritura que surge detrás de ella, es la idea genial de arrancar con una fantasía (la conversión de Gregorio Samsa en insecto) que el autor integra magistralmente en un realismo total: este contraste genera una riquísima sucesión de imágenes, situaciones e ideas, pero el hallazgo se sostiene en la colocación del absurdo en el reino de la realidad, de manera que el comportamiento del insecto y la familia se convierte en una impresionante visión del dolor, la incomprensión, la mezquindad y la cobardía humanas.

La construcción de Kafka es de efecto insondable, el lector nunca termina de hallar un sentido unívoco a la historia porque la propuesta de Kafka pertenece a la infinita capacidad de sugerencia del relato literario, lo que lo convierte en una especie de abrelatas del conocimiento y sentimientos del hombre moderno.

La cucaracha, de McEwan, en lo que a la anécdota se refiere, da la vuelta a la imagen kafkiana: la cucaracha se convierte en hombre. Este hombre, a poco de habituarse a su nueva envoltura, se convierte a su vez en el primer ministro británico. Hasta aquí el inicio de la historia, deudora de su origen. Para proseguir, todos confiamos en que la probada capacidad anglosajona para la sátira y la ironía nos depare un buen divertimento cuando menos. No es así, desgraciadamente. Tanto la sátira como la ironía, si quieren ser efectivas, no pueden perder de vista el referente real que las sostiene, pues de lo contrario estaríamos ante una incursión en la fantasía pura, que no es mal medio para hablar de las emociones y sentimientos en general, pero que no parece ser la intención del autor.

El primer ministro de la novela de McEwan es un tópico al servicio de una amalgama de situaciones disparatadas que, en vez de mantener la realidad como referencia, se regocija en sus propios bandazos como un barco sin rumbo. Todo el relato es una suerte —pero bienintencionada— de barra libre de desiguales ingeniosidades. No hay humor sino tópicos (en muchos casos, además, tópicos para quienes están en el ajo) que convierten el desarrollo de la historia en una sucesión apresurada de sátira pobre, sin mordiente y, todo hay que decirlo, más bien aburrida.

Esto es lo malo de entrar apresuradamente en asuntos político-sociales importantes de actualidad: que no hay distancia ni perspectiva. Algo por el estilo le sucedió a Don DeLillo con la destrucción de la Torres Gemelas, aunque el resultado, sin ser convincente, era mejor. En nuestro caso, el soporte es el Brexit, y la inconvincente invención de la disputa entre “reversionistas” y “avantistas” no pasa de ser una gracieta de escasa consistencia. Todo humor requiere solidez y pensamiento, además de lo que en el argot de la interpretación se denomina vis cómica.

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Autor: Ian McEwan.

Traducción: Antonio-Prometeo Moya.

Editorial: Anagrama, 2020.

Formato: Tapa blanda y versión e-book (128 páginas).


Tomado del suplemento cultural Babelia del diario EL PAÍS (ES)