La tragedia del teatro, uno de los más damnificados por la pandemia

Foto: Teatro Petra

Las artes escénicas están afectadas, pues su trabajo está relacionado con la cercanía al público.

Como tan bien lo afirma Alberto Sanabria, crítico de teatro, este arte, uno de los más primarios y del que se desprenden el cine y la televisión, “es efímero” y, por lo mismo, hay que cuidarlo más.

Y necesita del público en directo. Por ello, que desde marzo pasado se hayan cerrado las salas teatrales del país, debido a la emergencia, ha sumido este arte en una de sus más grandes incertidumbres, no solo relacionadas con la creación sino con una gran crisis económica de la mayoría.

En este momento, ya hay grupos que están pensando en entregar las casas donde funcionan, mientras otros ven la manera de seguir pagando nóminas y de buscar opciones para sobrevivir.

Entre ellas está participar en las convocatorias del Ministerio de Cultura e Idartes, que están abiertas, y muchos creadores aspiran a ellas, aunque, como dice Fabio Rubiano, de Petra, es tal la cantidad de gente que necesita recursos, que se han desbordado.

Jorge Hugo Marín, de La Maldita Vanidad, sigue en lo que llama “la resistencia. La sala cerró el 12 de marzo, y no ha vuelto a suceder nada en las instalaciones. Hemos desarrollado algunas estrategias creativas, como lecturas dramáticas, contenidos por streaming, un festival de monólogos con Talento Nacional, para tener donaciones, que logramos en su momento, pero ya la gente está sin plata”.

Su sala iba ‘volando’ este año, cuenta. “Las obras estaban vendidas; las actividades, copadas; Marín, además, dirigía un espectáculo de estreno en el Teatro Nacional La Castellana, que tuvo que parar tras dos semanas de ensayos.

Aunque La Maldita Vanidad resultó beneficiada como sala concertada del Ministerio de Cultura, dice que los dineros que recibirá tienen un destino específico que es la creación y no le alcanzan para pagar las deudas que tiene su espacio, que ascienden a 90 millones de pesos.

Pero en los últimos días su pesimismo ha aumentado. Marín aunque no pierde la fe del todo, no sabe cómo serán las cosas hacia futuro, pues entre los proyectos de La Maldita Vanidad incluso había un hostal que también ya cerró.

Por su parte, Adriana Romero, directora artística del Teatro Nacional, cuenta que las salas de la entidad (Fanny Mikey, La Castellana y Casa del Teatro, con más de 1.000 sillas entre las tres) llevan dos meses cerradas.

“Hemos dejado de percibir 1.500’000.000 de pesos y de recibir más de 17.000 espectadores. Cuando cerramos, tuvimos que contactar a más de 6.500 personas que habían comprado boletos en preventa para los espectáculos programados, y se cancelaron ocho funciones privadas”. En veremos, además, quedó uno de sus estrenos del año, Duda, protagonizado por Rodrigo Candamil y Coraima Torres.

Y si bien hasta el momento no han despedido a ninguno de sus 60 empleados, esperan seguir con su cadena de obligaciones. “No pensamos terminar la vinculación laboral con ninguno de los colaboradores, pero somos conscientes de que solo podremos cumplir con los compromisos hasta donde los recursos lo permitan”.

Rubiano cuenta que, al menos, él y Marcela Valencia, su coequipera en Petra, tuvieron un alivio pues el crédito de Bancóldex para la compra de la casa sede del teatro se lo aplazaron por algunos meses. “Aunque la idea no es endeudarse, estamos gestionando otro préstamo para poder pagar los salarios de los puestos fijos (servicios generales y administración), que cancelamos completos en marzo, la mitad en abril y mayo todavía están esperando”.

Alejandra Borrero, de Casa E., cerró el 11 de marzo pasado. En un momento dejaron de presentarse ocho montajes permanentes en su casa del barrio bogotano La Soledad. Para buscar recursos y apoyar a personas en condición de vulnerabilidad, hará una jornada de 12 horas el 23 de mayo, en la que participarán varios artistas con historias y charlas, entre ellos JBalvin y Sebastián Yatra.

“Hoy, la gente tiene miedo de estar en una sala con 50 personas más. Y en el momento en el que den permiso de regresar, con el 30 o el 40 por ciento del aforo permanente es imposible pagar todo el tinglado que hay detrás de un montaje (acomodadores, vigilantes, aseo, administradores, personas que hacen la escenografía, papelerías, tipografías, entre otros) así. Si llenando uno se ve a gatas a veces, con los cambio sería más complejo”, dice Borrero.

A Marín le preocupa que, de seguir esta situación, “solo queden los teatros públicos, auspiciados por el Estado”.

Cree que han faltado normativas que apoyen más a los grupos teatrales. “En España e Italia, a partir de agosto, van a empezar a reactivarse actividades culturales, con condiciones”.

Tanto él como Rubiano, Romero y Borrero saben que el teatro es de encuentro, de sociabilización, de generar redes antes, durante y después de cada función, pero también reconocen que son otros tiempos y que no “nos podemos quedar llorando, hay que seguir”, como afirma Borrero.

En Petra están reinventando sus noches, Borrero pondrá varias escenas de su nuevo montaje en las redes, Marín ha hecho distintas actividades e incluso se está pensando en un gran estreno con unión de varios grupos.

Pero a todos les preocupan los pequeños colectivos de provincia, sin muchos recursos, sin buenas conexiones de internet, que posiblemente cerrarán sus puertas.

Rubiano opina que esto tiene que moverles el piso a todos y concluir que es necesario unirse en una asociación para generar otros recursos y otras dinámicas que les permitan no sufrir con hechos como los que están pasando.

“Es que si les damos una vuelta a los grandes eventos culturales, estos terminan generando ingresos para muchos sectores: hotelero, de transporte, gastronómico… Llegó la hora de mirar nuestro trabajo con la mente y el sentido del teatro como tal, pero pensando en el futuro”, afirma.


Tomado del diario EL TIEMPO