‘Mi cine es documento puro’: Víctor Gaviria

Foto: Raúl Soto

El director de actores naturales será objeto de un tributo en el Festival de cine de Cartagena.

Por: Sofía Gómez G.

El Tiempo

Víctor Gaviria habla como si estuviera sentado con un viejo amigo, al que no ve hace rato, tomándose un tinto por ahí en alguna cafetería en Medellín. “Imagínate que he estado dirigiendo la Cinemateca Municipal, que lleva como año y medio funcionado –pausa–. Y dirigiendo el Festival de cine de Jardín (Antioquia), que ya va para su cuarta versión… ¡Ah! Y sobre todo en lo que ando más concentrado es en preparar la película que vamos a rodar en agosto y septiembre”.

Su voz, suave y pausada, marcada por el acento paisa, contrasta con sus relatos descarnados, groseros, perturbadores: una Medellín ultraviolenta, sin oportunidades, es el escenario de películas sobre niños adictos al pegante, que alucinan con una vida mejor; una generación de músicos de punk, condenados a la muerte; los tentáculos de la mafia y el dinero fácil que permea todos los estratos sociales, y un salvaje delincuente que golpea sin piedad a la mujer que secuestró, violó y presentó como su esposa.

Es espantoso. Pero esa realidad es la que corre por las líneas de los guiones que articulan las películas de Gaviria: Rodrigo D: No futuro, La vendedora de rosas, Sumas y restas, y La mujer del animal.

Su estilo cinematográfico no sigue una fórmula, se nutre del entorno de su natal Medellín y de esas historias a las que él mismo les ha seguido la pista durante años, hasta décadas. Caben en los dedos de la mano los protagonistas de sus producciones que son actores profesionales; pues, la mayoría, no cuenta con formación actoral.

El resultado suma adeptos, que elogian su cine con gente del común convertida en actores, y también detractores, que catalogan las historias como ‘pornomiseriosas’.

“De verdad que parece una cosa exagerada y estereotipada, pero son historias verdaderas. La realidad pone a la gente en unas situaciones que son casi inconcebiblemente difíciles”, asegura Gaviria, que será uno de los homenajeados principales en el 59. ° Festival Internacional de Cine de Cartagena, la próxima semana.

La siguiente película del realizador, de 64 años, vuelve a esos territorios: la calle, la pobreza, las comunas, la vida truncada, la miseria, la indolencia, el abandono. Una mujer sola y sus tres hijos son el hilo conductor esta vez.

“El título temporal es Sosiego. Pero, al contrario, tiene que ver con el desasosiego que se vive en los barrios populares. Es una historia que ocurrió hace como 15 años y que he recogido de esa familia. El esposo se fue y nunca volvió, y esa mujer que ha luchado tanto, un día se da cuenta de que ha fracasado: su hija se ha prostituido; su otro hijo resulta en un grupo armado, con los ‘paracos’, y la otra niña queda en la calle”.

Víctor Manuel Gaviria González es el único realizador nacional que en dos oportunidades llevó el cine colombiano a la alfombra roja del Festival de Cannes: con Rodrigo D: No futuro (1990) y La vendedora de rosas (1998), que compitieron por la Palma de Oro en la sección oficial. Ambas películas se exhibirán en Cartagena, en sus versiones restauradas y digitalizadas, durante el tributo.

“La idea de mi amigo Felipe Aljure (el director artístico del festival cartagenero) es que charlemos de ese cine que yo hago, del proceso que se sigue con los actores naturales. Voy a hablar de todo eso en los encuentros que tengo con cineastas de nueva generación y con el público (…) Es interesante porque uno piensa que está hablando de lo mismo siempre y resulta que hay un montón de pelados que apenas están llegando a ese cine, emocionados, intentando entenderlo”, cuenta Gaviria.

Para él no fue un proceso intencional. A mediados de la década de 1980, y después de haber filmado varios cortometrajes y documentales, se decidió a hacer Rodrigo D, con una técnica precaria. Entre sus cartas actorales, Gaviria contaba con un actor que apenas se daba a conocer, Ramiro Meneses, y con un grupo de jóvenes de los barrios periféricos de la capital antioqueña.

“Fue en ese momento cuando entendí su importancia. La película toda es un testimonio de ellos, de sus palabras, solo las tradujimos al lenguaje audiovisual. El actor natural tiene eso tan hermoso, ese tono tan propio. Esa era mi idea, no asegurar que trabajar con actores naturales era el camino”.

Y recuerda una anécdota que ocurrió durante el rodaje de La mujer del animal. “Mucha gente fue al set a ver cómo es que trabajo con los actores naturales y se desconsuelan al darse cuenta de que no hago nada, sino que los dejo fluir. Es que yo les tengo mucha fe”.

Su generosidad y sencillez no se corresponden con el cineasta que ha recorrido la alfombra roja de los principales festivales de cine del mundo y que ostenta reconocimientos como la Medalla al Mérito Cultural del Ministerio de Cultura, el Macondo a Toda una Vida o el premio Mayahuel en el Festival de cine de Guadalajara. Pero Víctor es así: un buen conversador, que acepta abrazos y comparte conocimientos.

“Uno es resonancia de muchas cosas, yo no me siento el comienzo de nada. Rodrigo D era en homenaje a Umberto D (de Vittorio de Sica, 1952) y aparece el No futuro porque la película adquiere una dinámica propia, ya no es una historia de tiempos muertos, del neorrealismo italiano, sino de tiempos estallados, de ultraviolencia y desesperanza total”, explica.

El paisa es la viva muestra de que no es necesario ser prolífico para destacar. Cuatro largometrajes le han sido suficientes para plasmar sus intenciones en la gran pantalla y, sobre todo, lograr radiografías de memoria para las generaciones futuras.

“Mi cine es documento puro porque de alguna forma es el actor natural que interpreta su propia vida, o que trae a los personajes su cultura barrial, ahí se manifiesta, no solo como un concepto, es algo que se evidencia (…) Mucha gente no sabe cosas de su pasado ni de dónde viene. Les genera una confusión enorme y esto, de alguna manera, es darle la palabra, el conocimiento a la gente de ese otro país tan tremendo”.

Para rodar su próxima película, Gaviria tiene 900 millones de pesos que recibió en las convocatorias del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC). Ya está curtido en esoslargos procesos de preproducción, pero tiene la certeza de sacarla adelante, pese a las crecientes dificultades de conexión entre el público colombiano y la producción local.

El cineasta sueña con encontrar un punto medio, “que el cine que está en un extremo –elaborado con grandes recursos de lenguaje– se acerque al público, y que aquel que permanece en la punta más liviana, se moldee. Que ocurran más seguido casos como los de La estrategia del caracol y La vendedora de rosas, que son complejas en su concepción y producción, pero son historias con las que la gente se siente narrada, representada”.

SOFÍA GÓMEZ G.

CULTURA Y ENTRETENIMIENTO


Tomado del portal del Tiempo