Scorpions y Whitesnake mostraron su casta de leyendas

Foto: Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

Los grupos de hardrock hicieron un concierto memorable en el Movistar Arena de Bogotá.

Por: Andrés Hoyos Vargas

EL TIEMPO

Dos grandes de rock duro se dieron cita anoche en el Movistar Arena de Bogotá en un concierto de solos de guitarras afiladas, baladas poderosas y ese aire de nostalgia mezclado con una energía que los mantiene vigentes y dando la pelea cada noche en el escenario. Así se podría resumir el alma de Whitesnake y Scorpions, quienes llegaron a hipnotizar con su música a los más de 12 mil personas que abarrotaron el lugar del concierto.

Pasadas las 8:30 p.m. las luces se encendieron para darle la bienvenida a Whitesnake con un David Coverdale comandando a sus músicos y lanzando las primeras frases de ‘Bad Boys’, la canción con la que han comenzado algunos de sus conciertos durante la reciente gira.

Fue un arranque atronador que sacudió al Movistar Arena. Con la experiencia de casi cuatro décadas Coverdale tomó el control del escenario y del público rápidamente, gracias a una voz que ha sabido lidiar con el paso del tiempo y una base de músicos impresionante como el baterista Tommy Aldridge, quien azotó con maestría los tambores y platillos, acompañado por las  guitarras con Joel Hoekstra y Reb Beach, quienes entre riffs y duelos musicales alucinantes llevaron a una potencia más radical a canciones como ‘Love Ain’t No Stranger’; su más reciente composición ‘Shut Up & Kiss Me’; o la infaltable ‘Slide It In’.

Sumado a ‘Is This Love’ (que iluminó todo el espacio del concierto con el brillo de los teléfonos celulares); ‘Here I Go Again’; la impresionante versión en vivo de ‘Still of the Night’, que llevó al concierto a un nivel de paroxismo que alcanzó su nivel más intenso con ‘Burn’, la famosa canción de Deep Purple que en la manos de la banda británica encendió en emoción a los más de 12 mil personas que asistieron al concierto.

La despedida fue tan efusiva que David Coverdale puso varias veces su mano en el pecho en señal de que se llevaba esa reacción en su corazón. Todo estaba listo para que Scorpions cerrara con broche de oro un recital de puro hard rock.

Una impresionante pantalla Led iluminó la tarima, ahora apoderada por la banda alemana que comenzó su concierto a las 10 p.m. Klaus Meine apareció con sus gafas oscuras y su boina, sonriendo y disparando las primeras estrofas de ‘Going Out With a Bang’, The Zoo y Coast to Coast.

Ellos se lo tomaron con más tranquilidad al principio, pero poco a poco el ritmo, la experiencia y la fuerza -que dominan tras una carrera que comenzó en 1965 – con temas como Top of the Bill / Steamrock Fever / Speedy’s Coming / Catch Your Train, una mezcla de ese sonido psicodélico que probaron a principios de los 70, como antesala a la pegajosa ‘We Built This House’ y la exitosa ‘Send Me an Angel’, que reventó en un emotivo coro de sus fanáticos.

Meine miro con picardía a su compañero de aventuras y guitarrista  Rudolf Schenker, antes de avisarle a la audiencia que venía el clásico ‘Wind of Change’. Una bandera de Rusia y Colombia fue ondeada por un fanático desde el segundo piso del Movistar Arena siguiendo una nueva avalancha de voces y celulares registrando un momento lleno de magia.

Pero luego Scorpions pisó el acelerador con ‘Tease Me Please Me’, seguido del impresioante solo de batería de Mikkey Dee que, literalmente, voló al cielo mientras castigaba su batería y se ganaba un aplauso emocionado.

Casi sin retomar el aliento Dee dio paso a ‘Blackout’ y ‘Big City Nights’ que no dejaron bajar los ánimos. “Gracias Bogotá por apoyarnos siempre”, dijo el cantante (…) “Los seguimos amando”, remató antes de dar paso a la dulce melodía de ‘Still Loving You’.

Un grito de emoción y hasta unas cuantas lágrimas brotaron sin pudor. La gente cantó de principio a fin ese himno de las ‘Power Ballads’, pero cayó rendida ante el cierre contundente de ‘Rock You Like the Hurricane’, que dio el último trazo a un concierto de leyendas que dieron cátedra de rock con una contundencia envidiable.


Tomado del portal del diario EL TIEMPO