Pastor López, el venezolano que se enamoró de nuestra cumbia

Foto: Zona Cero

La inconfundible voz de ‘El Indio Pastor’ seguirá sonando como un ícono de diciembre en Colombia.

Por: Liliana Martínez Polo

El Tiempo

Contaba Pastor López que durante una presentación en Barranquilla, cuando aún hacía parte de la orquesta de Nelson Henríquez, en 1973, al ver la aceptación del público por sus canciones –las bailaban y aplaudían más que las interpretadas por el líder del conjunto musical–, descubrió que era hora de fundar su propio grupo.

López, nacido en Barquisimeto (Venezuela) el 15 de junio de 1944 y nacionalizado como colombiano, hizo parte de esa generación de voces inolvidables que llegaron de Venezuela a orquestar canciones tropicales, como cumbias y otros ritmos colombianos amparados bajo la etiqueta de tropical. Las hicieron suyas y las llevaron a la fama.

De ahí que su muerte anoche, en Cúcuta, luego de cuatro días hospitalizado debido a una isquemia cerebral, sea otra de las noticias tristes de la música este año.

López, con su voz fácil de reconocer y difícil de imitar, dejó éxitos que hacen parte de una música que Colombia reclama como suya, no solo por su vigencia cada fin de año, sino por los ritmos que fueron su base.

Curiosamente, muchas de esas canciones que el público solo imagina cantadas por Pastor López –Las caleñas, Colegiala o Traicionera– eran versiones suyas de temas que ya tenían un recorrido. De hecho, muchas eran de autores peruanos, ecuatorianos e, incluso, mexicanos. López llegó a versionar hasta composiciones de Los Bukis, como Tu cárcel.

Nunca escondió el origen de sus interpretaciones; quienes lo conocieron lo describen como una persona muy correcta que siempre habló y convino con los autores los cambios que haría. Así ocurrió con Las limeñas, de Walter León, cuando la transformó en Las caleñas, que obviamente fue la canción de la Feria de Cali en su momento.
Tenía olfato para escoger su repertorio. Era muy cuidadoso. “No le gustaba grabar temas negativos –recuerda Hernán Darío Usquiano, su productor musical en su etapa en Discos Fuentes–. Y quienes hacían los arreglos tenían que ser músicos de renombre”.

De hecho, Usquiano recuerda una anécdota. “Una vez quisimos hacerle un homenaje al Combo de las Estrellas y le pedimos a Pastor López que grabara una versión de Plegaria vallenata, de Gildardo Montoya e interpretada inicialmente por Jairo Paternina. Pastor tenía creencias de santero y me decía que no grababa ese tema porque tanto el compositor como el intérprete murieron trágicamente. Después de tanto rogarle, finalmente la hizo y no pasó nada, pero tampoco fue una versión que sonara mucho”.

El camino discográfico

López grabó desde los 5 años (una canción que no se vendió, diría después). En sus primeros años interpretó hasta música llanera. Sin embargo, consideraba que comenzó su carrera musical en serio a los 17 años. El primer conjunto que integró fue el de Los Hermanos López, en su natal Venezuela.

Después formó parte de Emir Boscán y sus Tomasinos, con los que hizo las canciones El caimito y El palomo, con las que inauguró esa constante de producir éxitos de fin de año.

De este conjunto pasó a la agrupación de Nelson Henríquez, donde no se quedó más de año y medio, pero alcanzó a grabar La hamaca raya, Playa colorada y La gaita de Venezuela. En 1974 ya existía Pastor López y su Combo.

No fue fácil, decía. Tuvo que pedir prestado para comprar instrumentos. Contrató músicos colombianos –otra de sus constantes, aunque también tuvo compatriotas suyos en la formación– y empezó a grabar con Velvet, de Venezuela.

En los 70, su época de esplendor, grabó Las caleñas, El hijo ausente, Golpe con golpe, Lloró mi corazón, Traicionera y Mentirosa. 

“Las grababa en Venezuela con Velvet y las lanzaba en Colombia con Fuentes”, recuerda Usquiano. Solo muchos años después, en 1994, cuando López terminó su contrato con Velvet, Fuentes lo firmó directamente y volvieron a grabar todos sus éxitos.

“Le grabé más de 150 canciones de su repertorio –recuerda el productor– . Tuve el honor de estar al frente de temas como Guarilaque 1 y Guarilaque 2, y mosaicos de rancheras viejas. Regrabamos todo su catálogo, prácticamente lo revivimos en el mercado colombiano y estuvo en varios álbumes de los 14 Cañonazos bailables”.

Sobre su personalidad, el productor lo recuerda como un hombre servicial.
Convencido de que su voz se sentía mejor al caer la tarde, nunca grababa antes de las 6 p.m., 
Los anillos de oro que llevaba en sus manos eran parte de su caracterización como artista. Recuerda Usquiano que solo los usaba en apariciones públicas.
“Se los robaron en varias ocasiones; una vez en Cúcuta, pero la policía encontró a los ladrones y se los hizo devolver”, recuerda el productor.

“Hacer un negocio con Pastor López era lo más fácil del mundo”, sigue, y lo recuerda como buen bebedor, muy conversador: “Tomamos mucho aguardiente en un sitio en la esquina de Fuentes, en Medellín. Nos reuníamos con otros directores artísticos, arreglistas y músicos en largas tertulias”.

López siguió con Fuentes hasta la caída de la industria del disco. Después haría otras grabaciones; una de ellas fue un homenaje a Antonio Aguilar. Siempre vital, no se amilanó ni siquiera con el advenimiento del reguetón. En entrevistas contaba que trataron de asustarlo cuando el merengue tuvo su auge. Y vio subir y bajar el merengue, pero su música –quizás gracias a su etiqueta decembrina– regresa puntual en cada fin de año.

Pese a que musicalmente se quedó con la cumbia, dentro de Colombia se lo describía como un artista tropical. “Los ritmos dominantes de lo que llamamos música tropical colombiana son la cumbia, el porro, el paseo y el paseaíto. Pero Pastor López hizo mucho énfasis en la cumbia”, agregó Usquiano.

Por eso también, aunque no se destacaba componiendo, creó la canción Cumbia, en honor al ritmo del que quiso ser embajador y representante.

Vivió en Colombia gran parte de su vida –en Pereira, Rionegro, Barranquilla, Medellín, y, en años recientes, en Norte de Santander–. Fue ganador de Congos de Oro; por años fue el artista más solicitado de la Feria de las Flores.

Pastor López, indio a mucho honor, comenzaba cada concierto suyo interpretando la canción Yo soy el indio Pastor, para recordar su origen. Tuvo once hijos, algunos todavía menores de edad, y en una entrevista del 2016 admitió que una hija más apareció después, justo cuando la salud le jugó la primera mala pasada importante: sufrió un ataque cardiaco en diciembre de 2010, del que se recuperó felizmente para darles a sus seguidores 9 años más de presencia en los escenarios.

Su último concierto lo dio hace un mes, el 5 de marzo, en Guatemala. Aún eran recientes sus declaraciones en las que contaba sus planes de grabar con J Balvin –dijo hace poco que el padre del reguetonero lo había contactado– cuando sobrevino el malestar (dolor de cabeza, mareos y cansancio) que lo llevó a la clínica Norte, en Cúcuta.

Aunque se sabía de su extrema gravedad desde el miércoles, en la mañana del jueves 4 de abril se anunció que estaba en coma inducido debido a la isquemia cerebral que había sufrido. Sin embargo, un día después, en la noche del 5 de abril, la vida de Pastor López se apagó. Sigue viva su música, legado de su amor por los sonidos colombianos.


Tomado del portal del diario El Tiempo