‘Ya está bueno de La Derecha’: Mario Duarte

Foto: Instagram: @marioduartedlt

La banda de rock bogotana anunció su disolución. EL TIEMPO recorrió con el vocalista sus orígenes.

Por: Simón Granja Matías

EL TIEMPO

La Derecha pareciera como algo que nunca se ha definido, o como si lo que la definiera fuera simplemente la sencillez de que nunca dejó de ser una banda de amigos que empezó a tocar en bares de La Macarena resguardados por la sombra de las Torres del Parque e impulsados por la incertidumbre que se vivía a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa. En medio de esa posibilidad de que no hubiera un mañana, no quedaba otra opción que vivir el día a día, y para los integrantes de la banda, eso era el rock, la salsa, la rumba, la calle, era La Derecha.

Casi 30 años después, aunque la convulsión del país no ha parado, la banda sí. Llegaron los últimos días de La Derecha, que siempre ha sido eso, La Derecha, esa agrupación tradicional de la movida roquera bogotana con canciones propias y varios covers que iban desde salsa, pasando por vallenato, hasta baladas roqueras. Es el fin de esa banda que acompañó a generaciones que han dedicado sus canciones a sus amores (“si te busco, te voy a encontrar”), que se han ido de viaje con Mario Duarte sonando en la radio o que simplemente en una tarde fría bogotana se sentaban a escuchar a la banda con su dejo ‘punkero’ roquero tropical.

“Ojalá el fin de la derecha hubiera sido el de la política, no el de la banda”, han dicho, pero es el de la banda, y el anuncio lo dio el vocalista y cara más notable de la agrupación, Mario Duarte: “Es mejor retirarse cuando la fiesta está buena y no embarrarla”.

Esta despedida será como la que se vive con la muerte en algunas culturas que celebran el fin del cuerpo y la trascendencia a algún más allá. Los rituales de adiós de La Derecha son una serie de conciertos que empezaron en Nueva York y que terminarán en Bogotá con dos fechas, el 28 de noviembre (boletería agotada) y el 7 de diciembre, y que antes pasaron por Medellín e Ibagué.

Aunque Duarte asegura que será una fiesta, inevitablemente en toda despedida hay ese momento de nostalgia cuando se recuerda el inicio. Ese día fue el miércoles 24 de septiembre, a las 11 de la mañana, en el café Andante, debajo de las Torres del Parque en el barrio La Macarena.

Está sentado tomando un café. Viste un saco amarillo ocre, lleva gafas oscuras, su pelo está canoso y tiene una sombra de barba; el cojín sobre el que se sienta está un poco más hundido de lo que estaría hace unos 30 años. “Me parece chévere que nos hayamos encontrado acá, porque es en este sitio donde surgió la banda”, dice el cantante y actor.

Jhajaira Romero es quien está encargada de generar el contacto de la banda con los periodistas. Llega al café y le muestra a Mario la postal que a la vez es comunicado de prensa. “Por medio de un código QR se puede descargar la información y las fotos”, le dice; él la mira asombrado y comenta: “Me sorprenden estas vainas tecnológicas, ustedes los jóvenes son los que las entienden. A mí me gusta el diseño como quedó”.

La frase suena a típico comentario de tía, y es que aunque la imagen que se puede tener de él y de la banda es de jóvenes, ya no lo son. Mario continúa hablando sobre por qué es importante ese punto de encuentro: “Yo viví muchísimos años acá. El video de Emociones lo grabamos en el que durante muchos años fue mi apartamento en las Torres. Pero ya hace un año me pasé a La Soledad, la vida me cambió”.

Porque, como dice en Emociones, “Cuántas emociones siento. Son tantas ya vividas. Son momentos que no olvidaré. Detalles de una vida, historias que aquí conté. Amigos yo gané, tristezas yo sentí partiendo y a veces conseguí mi llanto disfrazar sonriendo”.
Bob Dylan por La Derecha

La postal que lo sorprendió tiene tres mensajes: “La Derecha”. “Dylan por nosotros”. “Últimas funciones”. Y tiene una imagen de Bob Dylan.

-¿Por qué ‘Dylan por nosotros’?

-Porque está inspirada en unos versos de Dylan. Siempre hemos hecho versiones. Es que a veces siento que no es necesario inventar tanto, mejor hacer una buena canción que a uno le guste (risas). Yo soy fan de Dylan como poeta, la música también me gusta, en todas las épocas de la vida he tenido discos de él por ahí. Esa canción seguía y seguía en mi cabeza, y como la grabamos y salió buena, entonces yo me puse con el tema de: ¿Qué crédito le pongo?… Entonces dije, pues Dylan por nosotros.

Y, como si fuera algo que se hubiera dado por las improvisaciones de la vida, dice: “Quedó chévere, como una carta de despedida. Increíblemente esa idea empezó a abrir el camino del estudio, entonces vamos a sacar en un disco las últimas versiones, canciones que estaban por ahí y las que hemos tocado siempre… –con un espíritu de hippie roquero que vende sus cosas en la calle, dice–. Espero para los conciertos de Bogotá tener los disquitos y venderlos ahí en la entrada”.

Esa será de pronto la imagen final, Mario vendiendo disquitos con las canciones más icónicas de la banda en la entrada del Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Pero también será el primer concierto de la gira de despedida que fue en Nueva York. Allá la fiesta fue muy intensa. “Es una ciudad muy áspera, no dormí cuatro días”, dice. El concierto lo hicieron con el baterista original, Josué Duarte, su hermano y con quien grabaron los dos primeros discos.

-¿Todos los conciertos serán con su hermano?

-No, ya no tiene pelo largo, ya es un señor, tiene dos hijos adolescentes…

Todos ya lo son. Mario termina su café y dice: “Bueno, vamos a ver”. Sale de Andante y, por los caminos peatonales que bordean las famosas torres diseñadas por Rogelio Salmona, llega a una pequeña plazoleta rodeada por unas escaleras. Como si fuera un acuario, son ventanas de un gimnasio del edificio las que rodean el espacio; adentro, unas cuatro personas hacen ejercicio.

Mario se ríe y dice: “Aquí fue el primer concierto que nosotros hicimos, como un día a las cuatro o cinco de la tarde. Un amigo estaba haciendo un documental sobre las torres y tocamos para eso, ahí arrancó el cuento. Ese día estuvieron como 10 personas no más (ríe)”.

Luego sale a la carrera 5.ª y, cual guía turístico, empieza a señalar cada uno de los edificios y a contar historias: “Aquí era la rumba izquierdista de los años 80. Cuando nosotros llegamos, como a comienzos de los 90, ya estaba empezando a decaer; a nosotros nos tocaron los últimos años. Entonces en esta calle había bares: el Goce Pagano… En esa esquina, donde hay varios negocios, quedaba La Teja Corrida, nosotros tocábamos ahí. Eran bares de salsa, pero a veces nos invitaban a la tarima”.

La incertidumbre

Señala un edificio y comenta: “Ese rojo que ya está como verde, a no, es este, la casa amarilla, ahí era el Goce Pagano, y más allá era Quiebracanto”, se gira y dice: “Estos muros era donde se sentaban todos los pelaos”. Continúa el recorrido y con nostalgia agrega: “Este es un barrio muy significativo. A nosotros nos decían los de la quinta o también los de las Torres. Había un movimiento de gente joven, en mi manera de verlo, viviendo un momento de mucha incertidumbre”.

La incertidumbre, según la describe el cantante, se daba porque era una época de guerra, de Pablo Escobar, de la guerrilla…: “Todos los magnicidios nos tocó vivirlos acá. Recuerdo cuando mataron a Pizarro y a Pardo Leal, eso fue muy fuerte para nosotros. Especialmente lo de Pizarro, porque estábamos muy chiquitos, y recuerdo el gesto de cubrir la pistola con la bandera”.

El día que a él lo asesinaron estaban en la 5.ª. “Teníamos unos 20 años y nos sentíamos como ¿esto para dónde va?, ¿qué hacemos? Y ahora que han pasado los años, y habiendo leído más y entendido más…, vemos que este país estaba… y bueno, sigue estando, muy convulsionado desde la raíz. Pero en ese momento era como la esperanza de cambiar muchas cosas. En esa época, la policía nos hacía de a dos o tres requisas, la gente de pelo largo era como… (y voltea los ojos)”, dice.

Fue por esas calles por las que camina Mario donde coincidieron él y su hermano Josué con Panelo, un paisa que había vivido en Londres, acababa de llegar a Bogotá y era el primer punk que los Duarte veían en la calle. “Terminamos viviendo todos juntos en un apartamento grande que tenía varios cuartos. Era como un inquilinato de roqueros, teníamos 20 años, no importaba uno dónde durmiera. Y ahí empezamos a ensayar”, afirma.

La palabra concierto era muy grande para lo que La Derecha hacía. Tocaban en esos bares cuando les daban la oportunidad, generalmente los martes y miércoles, cuando no había mucha gente. Eran afortunados cuando los dejaban tocar los fines de semana después de toda la rumba salsera, por ahí a las 3 de la mañana.

“Hicimos canciones propias, pero también llenábamos un poco con Red Hot Chili Peppers o The Rolling Stones. Yo escribía las letras y se las mostraba al resto. Les decía: ‘Oiga, escribí esto’ y le poníamos la música… Ese es el encanto de las bandas, cada quien le pone su ingrediente. La suma de esos ingredientes fueron los que terminaron en el sonido de La Derecha…”, recuerda Mario, quien aprovecha que está al frente de la casa donde vivían para tomarle una foto a la fachada. Es la casa de la calle 27 n.º 4A-26.

-Quiubo Sombra, ¿qué más?

Saluda a un habitante de calle que se le acerca, chocan puños.

“Este es un pelao al que le dicen el Sombra, era un pelao que llegó chiquito al barrio, es un bacán, hace algo con unos afiches, algo así… pero, pues, la calle lo dejó así. A él lo conozco por ahí desde hace 20 años”, dice y continúa el recorrido.

Durante más de 30 años Mario vivió en el barrio, y asegura que ha cambiado mucho: “A mediados de los 90, la cosa empezó a calmarse, de pronto porque los que hacíamos el desorden ya estábamos más grandes y la gente se mamó de rumbear. Yo en ese entonces era un peludo, sacado como del planeta del rock, pero no era como de secta o de afiliación a un grupo en particular ni radical. En La Derecha, unos teníamos la onda del rock; otros, una pinta más punk; otro, del reggae, el Chato venía del barrio Santa Fe y era más como ‘jazzero’… Francisco, el guitarrista, que venía de La Pestilencia y de Neurosis, era más metalero, pero llevaba el punk en su corazón”.

Mario ya habla en pasado, dice “fuimos”: “Fuimos una banda de amigos que se pusieron a tocar juntos, y ahí salió ese sonido; ni siquiera lo he tratado de analizar ni de ponerle nombre, entonces no tengo ni idea qué música hacíamos ni hacemos”.

Después de este recorrido, y teniendo en cuenta que La Derecha no va más, ¿qué siente?

Pues, veo que yo también soy como estas calles, antes eran distintas… La pintura estaba más desgastada… Aunque ahora veo que siguen estando los mismos huecos de aquella época, entonces me imagino que yo tengo los mismos huecos (risas). Me siento en construcción, solo que quiero parar este lado porque, pues, ya estuvo bueno de La Derecha.

¿Por qué estuvo bueno?

Porque creo que ya dimos lo mejor que teníamos, alargar esa pita es, de pronto, peligroso, sería un poco desoficioso. Hasta acá tiene un gran valor; pero si seguimos alargando, lo vamos a desvalorizar. Para mí la música no acaba, yo me refiero a La Derecha, como un experimento, como una forma de expresarse, de sentir una rebeldía, de ir contra corriente, desde el nombre mismo, que queríamos caerle mal a cierta gente, joder, provocar un contrasentido… Ya llegó a un punto.

Pero, ¿tuvo sentido?

Todo tiene sentido o no tiene ningún sentido, pero ya está.

Simón Granja Matías

EL TIEMPO


Tomado del diario EL TIEMPO