Adele o cuando la vida empieza al cumplir los 30

Tras anunciar su divorcio, la cantante asegura que ahora le toca quererse a sí misma e insinúa que prepara su cuarto disco

Adele cumplió 31 años el 5 de mayo, y lo celebró al estilo superestrella: en una mansión de Beverly Hills con una fiesta temática inspirada en El gran Gatsby de la que apenas han trascendido imágenes porque, al parecer, hasta los invitados tuvieron que dejar el teléfono en la puerta. No era un aniversario más; la cantante explicó después en Instagram que estaba deseando dejar atrás un año difícil —marcado por la ruptura de su matrimonio con Simon Konecki—, y que se ha propuesto dedicar el próximo a quererse más. “Aprender a amarte realmente a ti mismo lo es todo, y acabo de comprender que es más que suficiente”, escribió. Pero en el post también deslizaba una frase que da a entender que prepara un nuevo álbum: “Pandilla de jodidos salvajes, 30 será un disco de drum and bass para fastidiaros”. Adele ha titulado sus discos anteriores con la edad que tenía cuando los compuso (19, 21 y 25), así que 30 encajaría en el patrón. Lo que no está tan claro es la identidad de los “salvajes” a los que pretende “fastidiar”, pero podría ser una broma dirigida a quienes se están frotando las manos ante la perspectiva de otro disco escrito con el corazón roto, como el superventas 21, que incluía canciones de desamor como Someone Like You o Rolling in the Deep. El drum and bass tampoco es precisamente el género musical con el que la identifican sus fans.

El 19 de abril, representantes de Adele confirmaron con un escueto comunicado que ella y el padre de su hijo ya no estaban juntos: “Adele y su pareja se han separado. Están comprometidos a criar a su hijo juntos, con amor. Como siempre, piden privacidad. No habrá más comentarios”.

La expareja se conoció en 2011, tuvieron a Angelo en 2012 y se casaron en secreto años después, aunque no lo hicieron público hasta la gala de los Grammy de 2017. Konecki tiene 45 años, estudió en Eton en la misma época que Tom Parker-Bowles y en 2015 abandonó la banca de inversión por el sector sin ánimo de lucro. Hoy es CEO de la ONG Drop4Drop, que busca paliar la escasez de agua.

The Times señaló que Adele podría perder la mitad de su fortuna (que ascendería, según la última The Sunday Times Rich List, a unos 175 millones de euros) a manos de Konecki si el divorcio se resuelve en California sin acuerdo prenupcial, pero fuentes de E! declararon que intentarán una ruptura amigable por el bien de su hijo: “Es muy improbable que la cosa se ponga fea”.

Adele Adkins nació en Tottenham, Londres, en 1988. Su madre, Penny, la tuvo con 18 años y su padre acabó desapareciendo del mapa. Penny la colaba en conciertos desde muy pequeña, y Adele creció en una habitación forrada de pósters de las Spice Girls. Hoy, alterna con los Beckham, es íntima de medio Hollywood (Jennifer Lawrence, Emma Stone, Lady Gaga…), fue condecorada como Miembro de la Orden del Imperio Británico por el príncipe Carlos, ha vendido unos 100 millones de álbumes, ha ganado 15 Grammys (además de muchos otros premios, incluido el Oscar) y ha batido tantos récords musicales que probablemente hace tiempo que dejó de contarlos. Y lo más llamativo es que todo esto lo ha conseguido sin llegar a alejarse excesivamente de la realidad.

Porque Adele todavía da entrevistas en las que no se calla nada, y en las que suelta un taco detrás de otro. Es la estrella capaz de llevar pasteles a los bomberos que lucharon contra el fuego en Grenfell, de pasear con su hijo vestido de Anna (de la película Frozen), de ordenarse reverenda para oficiar la boda gay de su mejor amigo, y de admitir que tiene problemas con su imagen pero no deja que gobiernen su vida. Beyoncé la describió como “la persona más humilde que he conocido” y, aunque Adele dice no odiar la fama, sí ha confesado que le asusta dejarse arrastrar por su lado tóxico y dar por hecho que serán otros los que hagan las cosas por ella. Como una vez, en medio del torbellino de 21, en la que se enojó porque no tenía ropa limpia y nadie se la había lavado: “Al final me dije a mí misma que más me valía ponerme a hacer mi puñetera colada”.

LA VIDA BLINDADA DE SU HIJO ANGELO

En 2015, Adele aseguró en Rolling Stone que su pareja había digerido muy bien su fama: “Mi anterior novio se sentía incómodo con mi éxito, y con tener que compartirme con tanta gente”.

Adele y Simon Koneck tienen blindada la privacidad de su hijo y llegaron a denunciar, con éxito, a una agencia que lo fotografió sin permiso. Al principio la artista se resistía incluso a confirmar su nombre, aunque al tatuarse “Angelo” en la mano dejó una pista bastante clara. Sin embargo, sí que ha hablado a menudo de las luces y sombras de la maternidad, y en The Guardian ahondó en su depresión posparto: “Me sentía muy inadecuada; me parecía que había tomado la peor decisión de mi vida”.


Tomado del diario EL PAÍS (Es)