“Colombia merece otro grado de sensibilidad y un espacio emocional colectivo”: Antonio Arnedo

Foto: Cortesía: Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo / Revista Arcadia

Antes de su presentación en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, Antonio Arnedo, uno de los saxofonistas más reconocidos de Colombia, habló con ARCADIA sobre la necesidad de gestar nuevas sensibilidades en la música y de sus más recientes contactos con la música brasileña.

Por: Julián Santamaría

Revista Arcadia

El saxofonista Antonio Arnedo es uno de los intérpretes que mejor ha sabido articular la música tradicional colombiana y el jazz. Desde el lanzamiento de su álbum Travesía, de 1996, ha jugado un papel clave en el desarrollo tanto del jazz nacional como de las nuevas corrientes que han ampliado las fronteras de la música tradicional.

Arnedo ha trabajado con músicos de la talla de Satoshi Takeishi, Jairo Moreno, Ben Monder, Chris Dahlgren, Bruce Saunders, Ernán López-Nussa, Ed Simon, Ernesto Jodos, Carlos Bala, Augusto Mattoso, el Trío Corrente, Oscar Stagnaro, Hugo Candelario y John Hollenbeck, entre otros. Actualmente, lidera el proyecto Colectivo Colombia, que busca unir y fortalecer la escena de la música colombiana y apoyar a los diferentes artistas que trabajan profundizando y explorando los diversos lenguajes y estéticas de la música nacional.

Este viernes, se presentará junto al multiinstrumentista, compositor y orquestador brasileño Carlos Malta en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, acompañado por la flautista Anamaría Orams y el pianista Sam Farley. Allí presentarán “O ponte y Travesía”, un proyecto que explora los ríos profundos que existen entre las tradiciones musicales de América Latina.

ARCADIA tuvo la oportunidad de hablar con Arnedo sobre los puentes y la sensibilidad que lo unen a Malta y a la música brasileña, así como del estado actual de la música nacional y su lugar en la tradición del continente.

El jazz es transversal a su carrera musical. ¿Qué significa este género para usted?

El jazz no es solo un género, es un lenguaje. Un lenguaje que no solamente implica a la música, sino otras dimensiones de la producción creativa y estética. Ayuda a encontrar espacios de coincidencia en todo lo que uno hace. Es también la música popular que conceptualmente más ha generado lazos y que permite la simbiosis entre las diferentes músicas del mundo. En el jazz se han desarrollado, además, conceptos básicos como el de la individualidad, como punto de partida: el individuo, lo que significa en una comunidad y lo que proyecta en el proceso creativo colectivo. Por eso es tan importante. Es una mezcla que tiene una convocatoria absolutamente transparente y que abre espacios que lo llevan a ser considerado un lenguaje. Su conexión con la música tradicional colombiana —porque están en el mismo espacio de nuestra creación— es esencial para nuestro crecimiento como expresión y la consolidación de nuestra identidad.

Ya hace 23 años lanzó Travesía. Este álbum es recordado porque revaluó la manera en que el  jazz se articula con la música en Colombia. ¿Cómo ve esa relación ahora?

Se creó un puente, un puente que han cruzado muchos y que ha llevado a muchas direcciones. Fue importante, no solo por el sonido sino por todo lo que se generó allí. Es un referente para muchos: para Puerto Candelaria, el Grupo Bahía y todos los que trabajan con la nueva música colombiana. Yo creo que, además, ese trabajo trazó puentes con el resto de las músicas latinoamericanas.

En esos lazos musicales que tenemos con el resto de América Latina, ¿qué lugar ocupa Colombia hoy en día?

Yo creo que hay dos cosas positivas. La primera es el espectro tan grande de propuestas creativas que hay y su gran potencia. Todas ellas son diferentes y se encaminan en  muchas direcciones. Eso nos ubica en un lugar relevante y yo creo que esa potencia se siente afuera y se va a seguir sintiendo más adelante. Lo otro es que ha propiciado el crecimiento de escuelas de música, el interés de músicos y que muchos espacios, que antes no lo estaban, ahora estén interesados en trabajar con las redes colombianas. Creo que estamos en un punto de partida que depende mucho de las políticas sobre educación artística que se trazan en el país, en el sentido de una mejor formación, una relación más fluida entre los jóvenes y la música para que todo ese panorama, ese espacio y ese movimiento se consolide.

También fue colaborador en la grabación de Clásicos de la Provincia, de Carlos Vives. Para muchos, este álbum fue un punto de inflexión en la relación de la música tradicional colombiana y la música comercial de entonces. ¿Qué opinión le merecen esos cambios en las dinámicas de la industria musical?

Yo nunca lo vi así. Ese trabajo y otros que vienen desde más atrás —como el Joe Arroyo, el mismo Carlos Vives antes o el trabajo de Francisco Zumaqué— abrieron una puerta importante para la música colombiana. Allí se abrió un espacio cuyo crecimiento permitió comercializar lo que se hace aquí en Colombia. Entonces, ahora somos potencia.

Es una lástima que ese crecimiento se haya orientado de la manera como se hizo: fijándose solamente en el aspecto comercial. Hay otras posibilidades que se pueden explorar y es una lástima que el resultado final haya sido llegar al punto de la música en el que estamos ahora: un punto donde la calidad musical no importa y a lo que más se le da relevancia es a lo comercial, como pasa con el reggaeton y todo eso. Para mí, es música pobre, parecida a la comida chatarra. Es música chatarra, ¿no?

En mi percepción, este es un país que merece que se genere otro grado de sensibilidad y un espacio emocional colectivo más vinculado con lo que hay alrededor nuestro, a la diversidad, a la naturaleza de los colombianos. No a aquella violenta, sino todo lo contrario. Yo creo que ahí hay un tesoro aún inexplorado aunque aún no se han dado cuenta. Tampoco voy a decir que es lo que hay ahí, porque eso yo no lo sé.

Carlos Malta tiene una importante impronta en su proyecto actual, tanto en el álbum como en el próximo concierto. ¿Qué papel juega él en el proyecto?

Creo que en Brasil sí hubo una reflexión respecto a la identidad, a la manera de contar las cosas, a la manera de decir lo que pasa allá. También, de conectar con el territorio,  con el país, con todas las cosas. Y es por eso que es tan importante la presencia de Carlos Malta en este concierto. Él es un reflejo de nosotros mismos y es un reflejo de la magia que hay en estos espacios y que tiene que ver mucho con lo que estamos haciendo ahorita.

¿Cómo es la relación con Carlos Malta? ¿Cómo colaboran, cómo articulan sus referentes?

Ambos estamos en una búsqueda de sonidos muy profunda. Él no es simplemente un invitado por mérito. Aquí hay un grado muy alto de conexión y de afecto por la música, por la vida, por la labor y el compromiso que significa ser músico dentro del contexto social y cultural.

Como usted lo apunta, el contacto con Carlos implica un contacto con la música brasileña. ¿Qué visión tiene de este encuentro entre tradiciones?

El encuentro con Carlos desde el comienzo fue mágico. Desde entonces, conectamos profundamente. Siempre que tocamos juntos hay una profunda conexión con esa búsqueda y con la música que hacemos. Los que vayan al concierto van a escuchar tanto la música de Carlos, como lo que hemos hecho juntos; es decir, una conexión entre esos dos universos.

También, es una manera de demostrar que podemos conectarnos, que podemos escuchar, que podemos proyectar un panorama mucho más propositivo y hacer las cosas juntos, que Latinoamérica tiene una conexión, que hay viajes en la música de norte a sur, de sur a norte y que nosotros en Colombia estamos en medio. Somos Colombia y tenemos un grado de responsabilidad importante, una deuda respecto a lo que le entregamos como país en términos de creación y de propuestas artísticas. En eso, yo creo que Brasil tiene una ventaja muy grande. Cuando uno escucha su música encuentra todo lo que se dice sobre lo que pasó en los años 80 después de la dictadura y todo desde principios del siglo XX. Villa-lobos, Pixinguinha, todos ellos tenían  una relación con el territorio y con el país que debería ser referente para nosotros. En este momento, el país está en unas circunstancias en que se necesita de gran sensibilidad y desde la música se pueden generar espacios de conexión para aprender a escuchar. No vamos a aprender a escuchar si seguimos poniendo en la radio lo que estamos poniendo en la radio. Tener a Carlos es una maravilla por esa razón, porque tenemos con nosotros un referente de esa sensibilidad tan necesaria.

¿Qué lenguajes en común encontraron en el proceso? ¿Qué puentes musicales se gestaron?

En todo, en absolutamente todo. Hay una conexión entre el baião, y las músicas de aquí como el porro. Entre la música pífano, de las flautas del nordeste y las chirimías del Chocó y el Cauca. Hay muchas conexiones. Cuando nos reunimos, encontramos que hay unos profundos encuentros, muy especiales y poéticos. Nos reunimos diez días y en total, fueron noventa horas de grabación en Brasil. Esas noventa horas fueron mágicas y trazaron un curso otras cosas que hicimos en Brasil y otros proyectos con otros músicos y eso es lo que vamos a mostrar. Es un proyecto muy comprometido y lleno de referentes de cada uno que se que conectan profundamente en un mismo lugar. Esta es una conexión que no podemos ignorar y que es evidente cuando estamos tocando juntos.

En otras ocasiones ha hablado de sus primeras influencias en la música que fueron artistas como Junior Cook, Horace Silver… pero, ¿Hay algún músico que le interese particularmente en la actualidad?

Hay muchos. Siempre estoy en la búsqueda de música interesantes. En el panorama de la música latinoamericana hay  un músico que se llama Juan Quintero, al que quiero mucho, que tienen un proyecto que se llama Aca Seca y que viene al país este año. Tiene una profunda conexión entre  música, texto y línea melódica. Con todo lo que hacemos nosotros. También me interesan muchos otros referentes como Carlos Aguirre, de los norteamericanos Maria Schneider… Mucha gente que está haciendo cosas muy interesantes en unos ámbitos cada vez más ligados a  lenguajes nuestros. Ese es el camino que estoy buscando.


Tomado del portal de la Revista Arcadia