Colson Whitehead: «Los jóvenes negros están siempre a merced de la Policía»

Foto: El escritor estadounidense Colson Whitehead - CHRIS CLOSE

El estadounidense presenta en España «Los chicos de la Nickel», novela que le valió su segundo Pulitzer y que recrea un terrible y olvidado episodio de abusos y torturas en un reformatorio de Florida

Por: Inés Martín Rodrigo

ABC

Dicen, los que saben de ella, que la Historia se repite casi de forma infinita y que es tan cíclica que a veces nos llega un acontecimiento, en forma de bumerán, y no podemos decir que no lo vimos venir. Lo observamos en el siglo XX, con sus guerras interminables y sus crisis económicas, y lo estamos padeciendo en el XXI, con la década de los veinte, inaugurada o no, y una pandemia que ha puesto en vilo a la humanidad entera. Así, algunos de los sucesos que marcaron nuestro pasado más reciente se siguen repitiendo hoy, demostrando que el ser humano tiene una memoria muy corta y caprichosa. El conflicto racial en Estados Unidos es uno de ellos, y

 duele que lo que está sucediendo ahora mismo en las calles de Kenosha (Wisconsin) recuerde tanto a lo ya pasado, pero no superado y mucho menos aprendido. Nos queda, al menos, la literatura. La palabra escrita como instrumento redentor, capaz de traer al presente hechos que en su día nos sacaron los colores de la vergüenza, que son los más difíciles de disimular.

Pero sólo ciertos autores están dotados de esa extraordinaria capacidad, y uno de ellos, el más talentoso de todos los actuales, es Colson Whitehead (Nueva York, 1969). En su última novela, «Los chicos de la Nickel» (Literatura Random House), que le llevó a la portada de la revista «Time» y le hizo ganar su segundo premio Pulitzer (se enteró mientras se hacía la prueba de la Covid-19 y no pudo parar de reír, pese a la mascarilla), recrea lo sucedido en la tumultuosa década de los 60 en un reformatorio de Florida en el que, en 2012, se descubrieron los restos de alumnos que habían sido torturados. Whitehead concede el protagonismo a dos de ellos, Elwood Curtis y Jack Turner, para contar tan triste historia con la esperanza de que, quizás algún día, no vuelva a repetirse.

A Whithead este asunto le «interpeló» en 2014, según reveló ayer en un encuentro virtual, como mandan los cánones pandémicos. Fue entonces cuando lo descubrió, cuando supo lo que, durante décadas –la academia estuvo abierta un siglo–, había estado sucediendo, impunemente, en la Dozier School. Torturas en la Casa Blanca (así se denominaba el edificio en el que los estudiantes eran golpeados), abusos… La absoluta denigración del ser humano con la excusa de formar a hombres hechos y derechos. Comenzó a excavarse en fosas clandestinas, a desenterrarse esqueletos y a contarse en la prensa nacional. Pero, según el escritor, «los estudiantes negros quedaron al margen». Y por eso se puso a escribir la novela: «Quería dar voz a esa experiencia negra».

Aunque, en general, controla «bastante» sus emociones respecto a lo que escribe, mantiene esa «distancia» prudencial («Si no, me volvería loco», confiesa), Whitehead reconoce que el proceso «fue muy duro» y que acabó «muy deprimido». «Los relatos eran tan espantosos… Pero me sentía obligado a captar una parte de la verdad». Verdad que, en este caso, refleja un triste pasado y conecta, irremediablemente, con el oscuro presente, pese a que Whitehead tiene muy clara la frontera que separa la realidad de la ficción. «Los periodistas e historiadores preservan la memoria. Los escritores inventan. En América hace mucho tiempo que una novela no tiene un impacto social real. La mayoría de los legisladores no leen novelas o poesía. No intento ser pedagógico ni educar a nadie. Escribo para mí, y si aciertas acaba teniendo un impacto».

Impunidad

«Los chicos de la Nickel» se publica en España en un momento especialmente delicado para la sociedad afroamericana, aunque el escritor ha visto «casos de brutalidad policial» a lo largo de toda su vida. «Son temas que salen una y otra vez, pero la Policía sigue siendo racista en buena medida y no se cambian las cosas. Todo el mundo se ha ido de rositas, tanto en Dozier como los responsables de los tiroteos policiales». Esa impunidad está, también, en la génesis de la novela, que «nace de la impotencia de que nadie rinda cuentas». Al propio Whitehead le han detenido «por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado», pero lo considera algo «tan común» que no cree que contar su historia tenga «algún valor». «En Nueva York, detener y cachear forma parte de las normas; viola los derechos más básicos, pero es así. Los jóvenes negros están siempre a merced de la Policía. Las raíces están en la época de la esclavitud. Es algo que forma parte del código de las fuerzas del orden americanas desde su origen».

En este contexto y con las elecciones presidenciales de noviembre en el horizonte, el autor sostiene que «las cosas irían mejor sin Trump, pero hay que estar atentos». «Si se vuelve a elegir a Trump, mucha gente morirá, y eso será una tragedia para todo el mundo. Un gato muerto sería mejor presidente que Trump», remata Whitehead.


Tomado del portal español ABC