El libro de los secretos de Loreena McKennitt

Foto: Cortesía de la artista / Revista Arcadia

Dueña de una voz poderosa, única, con texturas barítonas y por momentos de soprano, McKennitt ha dado grandes lecciones de cómo luchar por un arte sin aspiraciones masivas. Desde su casa en Toronto, habló en exclusiva para ARCADIA sobre su carrera, su legado y sobre ‘Lost Souls’, su aclamado nuevo álbum.

Por: Jacobo Celnik

Revista Arcadia

Dice la Real Academia Española de la Lengua sobre la voz (del lat. vox, vocis): “Sonido producido por la vibración de las cuerdas vocales”. “Calidad, timbre o intensidad de la voz”. “Sonido que forman algunas cosas inanimadas, heridas del viento o hiriendo en él”. Hay otras diecisiete definiciones, no tan apropiadas para el tema de esta entrevista. Cuando pienso en Loreena McKennitt, me conecto inmediatamente con su voz, su instrumento sagrado. El poder de su voz, con ese tono único, casi barítono por momentos, con colores de soprano cuando se lo propone, es el equivalente al órgano en la música de Johann Sebastian Bach, sonidos que en el siglo XVIII, según cuenta la leyenda, acercaban a los feligreses a Dios. Con McKennitt sucede lo mismo.

La artista canadiense no eligió la música: la música la eligió a ella. Desde muy joven, en una zona rural de Manitoba, Canadá, McKennitt aprendió los secretos de la energía que le daban vida a la voz. Aunque en su hogar ninguno de sus padres se dedicaban a la música —madre enfermera y papá comerciante y granjero—, siempre había un disco sonando en su casa. Música clásica, ópera, jazz, música tradicional irlandesa, country y bluegrass eran los géneros predilectos de los McKennitt. Recuerda Loreena que la música celta le produjo una especial fascinación la primera vez que la escuchó. “Los instrumentos celtas y las voces de las mujeres que interpretaban melodías tradicionales irlandesas me conectaba con los ángeles”, suele decir.

Siendo estudiante de primaria, Loreena McKennitt desarrolló habilidades en danza y puesta en escena. A pesar de que suele afirmar que era muy tímida y poco extrovertida, recuerda en su biografía que “tenía un talento natural para las artes escénicas”. Un accidente cambió su relación con la danza y empezó a estudiar música y piano cuando no superaba los siete años. La relación con la música se hizo más fuerte y del piano pasó al estudio de la voz. A pesar de esas conexiones profundas con la música, Loreena McKennitt quería ser veterinaria. Amaba a los animales y todo lo relacionado con su cuidado.

El entorno estaba determinando su destino y su camino, lejos de la música. Morden es una pequeña villa al sur de Winnipeg, muy cerca de la frontera con Dakota del Norte, que se desarrolló por cuenta de migrantes escoceses, islandeses, irlandeses y alemanes que llegaron a Canadá a inicios del siglo XX. “La vida en la aldea era muy tranquila. El tiempo pasaba muy lento y todas las relaciones sociales y culturales giraban en torno a las familias cercanas a nuestra granja y la supervivencia del día a día: conseguir comida o leña para la chimenea. No había mucho acceso a la cultura, salvo las conexiones directas con mis ancestros de Irlanda”, recuerda.

McKennitt tuvo una preadolescencia solitaria. Su amor por la música y el canto se manifestaron en el ámbito escolar donde su particular voz la llevó a ser parte del coro de la escuela. Aunque en un ambiente normal ese aspecto debía generar admiración, sus compañeros de colegio la veían como un ave rara. “La mayoría de mis amigos de colegio vivían en el siglo XIX, no tenían radio ni televisión y les costaba relacionarse conmigo”, comenta.

En 1975, Loreena McKennitt se mudó a Winnipeg donde cursó sus estudios de veterinaria hasta 1980. En la universidad tuvo acceso a más información y amplió sus conocimientos en música celta, la música de la que esperaba aprender lo suficiente para entender sus orígenes y el de sus ancestros. Esas investigaciones y vivir en una ciudad con mayor oferta cultural la acercaron a agrupaciones y artistas como Alan Stivell y Clannad —pioneros en el renacer mediático de la música celta en Irlanda—. “Estudiando veterinaria en Winnipeg conocí a un grupo informal que se dedicaba a la difusión de la música folk y celta. Frecuenté su espacio que era como una casa de la cultura y allá escuché música que cambió por completo el norte que le había dado a mi vida”, recuerda.

Un nuevo rumbo en Ontario

Con la llegada de la década del 80, McKennitt, paulatinamente, se alejó del ejercicio veterinario para meterse de lleno en la música. Gracias al club de difusión de música folk conoció a dueños de bares temáticos dedicados a los sonidos tradicionales irlandeses y escoceses. Allí le permitieron cantar en las noches y demostrar, además, su talento oculto como intérprete del arpa. No había vuelta atrás: la veterinaria pasó a la historia y McKennitt emprendería un largo viaje para fortalecer sus pasiones y conocimientos. La música la llevó a la ciudad de Stratford, en la provincia de Ontario, donde se vinculó con un reconocido coro. El siguiente paso era hacer el viaje soñado a Irlanda para completar el círculo y emprender, de lleno, su carrera musical.

Ese viaje a Irlanda e Inglaterra en 1982 cambió la perspectiva y los anhelos de Loreena McKennitt. En Londres consiguió una arpa tradicional celta que le terminó de dar el impulso para componer sus propias canciones. En Dublín, se enamoró de la poesía de William Butler Yeats, determinante, años más tarde, en su música y sus letras. “Una irlandesa nació a los 24 años gracias a ese viaje”, señaló. En un casete cromado grabó nueve temas inspirados en la música celta irlandesa y en el viaje por la cultura del país. Quería comercializarlo de forma independiente y evitar rechazos innecesarios. “Lo último que esperaba era un no de una casa disquera, que no comprendieran el fondo de la música y la conexión con ese viaje”, recuerda. Su familia le prestó diez mil dólares y fundó su propio sello: Quinlan Road. Editó en el invierno de 1985, 200 copias del álbum al que bautizó Elemental —y en el que su entonces compañero sentimental, el actor Cedric Smith, hizo los coros— y lo comercializó en los conciertos que daba en pequeños bares de la ciudad. Poco a poco su nombre ganó algo de reconocimiento y fue invitada a participar en la banda sonora de una película independiente. Pero la crítica la destrozó y abandonó sus sueños por un tiempo. Cayó en una fuerte depresión que la llevó a reevaluar su carrera. “Estaba decidida a dejar la música”, dice.

Pero un libro le cambió la vida y le dio un segundo aire. Fue How to Make and Sell Your Own Recording. Le llegó gracias a una seguidora que la vio en una presentación en el mercado callejero de la calle St. Lawrence de Toronto. El libro le dio algunas ideas para mercadear de forma independiente sus trabajos y dar a conocer mejor a su sello. El amor por la música pudo más y decidió grabar canciones tradicionales irlandesas y navideñas para un segundo trabajo al que nombró To Drive the Cold Winter Away, álbum que además le abrió las puertas de la disquera Warner Music, empresa que obtuvo la distribución exclusiva de su música en Canadá y Estados Unidos. A partir de 1987 Loreena McKennitt renació como el ave fénix y emprendió un intenso recorrido por la cultura celta, que aún deja un legado importante con su nuevo álbum, Lost Souls, el primero en más de doce años, fundamental para terminar de armar un rompecabezas celta que inició en 2006 con An Ancient Muse (según la crítica, su obra maestra y más destacada de los ocho álbumes que ha producido desde 1985) y con el que exploró la influencia de los celtas en Grecia, España, Turquía, Líbano, Suecia y Bulgaria.

Hablemos de su amor por la música celta. ¿Cómo se fortaleció esta relación?

Es difícil de explicar exactamente. Muy joven la escuché, por casualidad y me gustó. Inmediatamente quise ser parte de ella y conocer todo acerca de sus orígenes. Lamentablemente la influencia de esta música, en mi hogar, fue escasa. Recuerdo que hasta 1991, año en el que estuve en una feria en Venecia —y en donde se dio a conocer una de las muestras más grandes de arte celta que haya visto en mi vida— todo mi panorama cambió. A partir de esa fecha descubrí su hermoso legado que se extendió por Europa y Asia desde el año 500 después de Cristo. Legado que he podido reflejar en mis discos.

¿Esa pasión por los viajes y el estudio de la cultura celta reflejan, además, una búsqueda interior?

Más que una búsqueda interior creo que tiene que ver con un proceso de educación de la historia, la literatura, la geografía y la música. Y en ese proceso hay una necesidad de entender mis orígenes, que son escoceses e irlandeses. Estoy segura que si mi pasado fuera japonés también tendría un notable interés en esta cultura.

¿Cómo describe su música con relación a los celtas?

De alguna manera es música del mundo ya que encuentra una serie de influencias de diversos países, no solo de Irlanda o de Escocia, también hay una fuerte conexión con el flamenco español. Creo que se podría catalogar como música celta ecléctica, ya que agrupa una serie de tendencias en torno a la historia y mitología de los celtas y su desarrollo y evolución por Europa y parte de Asia. Esos diálogos con otras regiones le trae a la música celta sonidos y texturas orientales, sobre todo del medio oriente y eso es lo que muestro en mi música, con una fuerte influencia de la música clásica y la ópera.

En sus primeros trabajos como Elemental (1985) o Parallel Dreams (1989) hay aproximaciones a esas conexiones con la música tradicional irlandesa. ¿Qué determinó el eje temático de esos álbumes?

Hay una importante diferencia en la temática de los primeros trabajos en cuanto a historia, geografía y en lo que me encontraba investigando en el momento. Cada disco es el reflejo de años de estudio de diversos temas, lo cual contribuye notablemente en su sonido. Elemental, por ejemplo, es el reflejo de la influencia del teatro en mi vida, lo que me permitió llegar a un sonido tradicional por encima de crear mis propias canciones.

Hace doce años usted presentó el álbum An Ancient Muse, donde hay un viaje más profundo por diversas culturas celtas y su influencia en gran parte de Europa. En ese proceso de investigación usted encontró instrumentos que nunca antes había usado en sus álbumes. Cuéntenos un poco de este aspecto.

En cada país que visité encontré instrumentos fascinantes. Es el caso de la nyckelharpa de Suecia, simplemente me gusta el sonido del instrumento porque es único, no he visto otro instrumento que logre tal rango de melodías desde las cuerdas. En el caso del kemenche de Turquía, el tema de la canción eran los celtas de esa zona de Europa Oriental y buscaba un instrumento que nos transportara a esa región. Incluso no se conoce música celta de esa parte del mundo y lo único que se puede hacer al interpretar el instrumento son conjeturas. Mi música no busca ser académica o autoritaria, pero sí acercar, lo más que pueda, al público, para que conozca la realidad de estos sonidos y su origen.

La literatura, especialmente la poesía de William Butler Yeats,  ha sido fundamental en su carrera. ¿Por qué decidió explorar y vincular la literatura irlandesa y anglosajona en la gran mayoría de sus trabajos?

Es natural que una importante fuente de inspiración a la hora de componer canciones sean las imágenes poéticas y la historia que hay detrás de ellas. Canciones como “The Lady of Shalott” (The Visit, 1991) viene de leyendas Arturianas. Otras canciones tienen influencia de Shakespeare como “Cymbaline” y otras en las que me remonto a Lorca y Neruda. Sin duda la literatura, pero sobretodo la celta, es la que más se refleja en mis discos sin ser esta la única referencia que recibo. En mi más reciente álbum decidí volver a la obra de Yeats porque me parece que fue el poeta más grande que dio Irlanda. El poeta que supo leer su tiempo, que usó acertadamente la metáfora política y supo conjugar la mitología celta fundacional del país, con la realidad y su entorno.

Es común observar locaciones mágicas en sus presentaciones en vivo, particularmente la del Teatro Carlos V en la Alhambra, España. ¿Qué significa para usted hacer uso de estas locaciones?

Creo que usar un espacio con la resonancia histórica de este teatro en Granada es muy especial. No se puede negar la importancia de estos lugares, lo que representaron en el pasado y su legado presente. A parte de su única y deslumbrante arquitectura, el cielo nocturno que se percibió esa noche fue mágico, a pesar de un poco de lluvia que cayó.

Además le permitió explorar la conexión celta con España…

Sí, hasta aquella feria de Venecia no sabía de la existencia de tribus celta en España.  Con el disco The Mask and The Mirror (1994) se abrió una puerta hacia su conocimiento y entendimiento. Pude explorar otros aspectos de la cultura española independiente de su conexión celta lo cual en gran parte refleja que mi forma de escribir música está totalmente relacionada con mis viajes. Lo celta es la columna vertebral de las historias.

En el álbum en vivo A Mediterranean Odyssey (2009) usted mostró una faceta desconocida de la música celta hasta entonces. ¿Cuál fue la intención con este trabajo?

En la gira del álbum An Ancient Muse quise visitar lugares que no conocía como Líbano, Grecia, Hungría y por ende el repertorio seleccionado tenía mucha relación con estos espacios y las conexiones con la cultura celta. Fue un proyecto inusual desde el punto de vista que no se planeó, simplemente surgió en la medida que fui descubriendo sonidos que conectaban con mis investigaciones. Muchas de las canciones seleccionadas además nunca se habían grabado en vivo y creo que es un componente importante para nuestro público.

En el proceso de grabación del álbum Lost Souls usted emprendió un apasionante viaje por la India en donde encontró raíces celtas. ¿Qué la sorprendió de Inda y por qué decidió explorar su legado celta?

Después de las giras de An Ancient Muse estuve casi dos años (2009 a 2011) cuidado de mi madre que estuvo muy enferma y me desconecté de la música y del estudio de los celtas. A mediados de 2012 tuve las fuerzas necesarias para explorar, nuevamente, un siguiente capítulo de la historia de los celtas y encontré referencias, no muy profundas o detalladas, del impacto celta en la India. Eso me llevó a Rajastán, donde me encontré con otro mundo, fascinante, convulsionado, intenso y mucho más complejo de lo que me imaginaba. El impacto fue tan profundo que estuve dos años pensando qué tipo de álbum podía hacer con todo lo que aprendí.

¿Pensó en grabar un álbum dedicado a la India?

Sí, pero me di cuenta que me tomaría mucho más tiempo de lo que había pensando y sería muy complejo. Así que decidí revisar mi archivo de canciones y encontré algunas inéditas de 1994, 1997 y 2006 que podían encajar en la idea que tenía en mente para el nuevo álbum. Entendí que esas canciones —y eso lo asimilé en la India— eran almas perdidas en el tiempo que buscaban vida. Así que decidí recuperarlas y eso es lo que le dio vida y sentido al nuevo álbum. De lo contrario todavía estaría pensando qué y cómo grabar un disco en honor a India.

¿Entonces este nuevo disco es una especie de compilado de temas inéditos más que una nueva exploración creativa?

De cierta manera lo es. Algunas canciones surgieron en diversos momentos y bajo circunstancias particulares, algunas dolorosas como la muerte de mi exmarido. El problema es que la mayoría de temas de Lost Souls no encontraron una casa en donde habitar hace 20 años. Hay varios motivos, pero principalmente estaban relacionados con el hecho de no encontrar los arreglos y los instrumentos adecuados para esas canciones. Hoy tengo una serie de músicos que saben y conocen perfectamente el sentido de los instrumentos celtas (especialmente las harpas suecas) y por eso decidí darles vida, un hogar en donde trascender.

“Spanish Guitars & Night Plazas”, una de las canciones más hermosas del nuevo álbum, tiene un aire a los días de The Book Of Secrets, cuando usted además se hizo mundialmente conocida…

Tiene diversos elementos de esos días, sin duda. Y de cierta manera hubo un proceso profundo de creación que denota además conexiones con sitios visitados posteriormente como el sur de España. Aunque la música tiene casi 20 años, la letra evoca ese viaje maravilloso por Andalucía donde encontré elementos celtas y flamencos que le dieron vida a esta canción. Un poco la idea era rendir un homenaje al amor que siento por España y su cultura tradicional.

Lost Souls lo grabó en los estudios Real World de Peter Gabriel (exvocalista de Genesis). ¿Qué tanto influye un estudio en el sonido de un álbum?

Mis procesos creativos fluyen mejor cuando estoy en un ambiente natural, lejos del ruido y del caos de las grandes ciudades. La sala principal del estudio de Peter tiene un gran árbol frente a la consola, es un paisaje hermoso e inspirador de la zona de Wiltshire en el que se puede apreciar un lago con aves de todo tipo y la fuerza de la luz natural. Todo eso ayuda en el proceso de creación de una obra de arte. Es un tema que está más relacionado con lo psicológico que con lo creativo. La mente entra en un estado mucho más profundo de conexión con lo que se pretende de una canción.

A mediados de la década del 90 artistas como Clannad, Enya, Dead Can Dance, Kitaro, Cuzco, Enigma, Michael Nyman y usted promovieron exitosamente un género o estilo al que se le llamó Nueva Era. ¿Cómo ve la actualidad de este tipo de música?

La industria del disco es muy diferente hoy. No estoy segura si la gente está disfrutando de la variedad disponible en este momento como se hacía en aquellos años. Fue importante que las casas discográficas promovieran este tipo de música que es menos masiva que otros géneros y supongo que la etiqueta funcionó. Pero creo que esta es una pregunta más para el público que al final decide qué consume.  En mi caso, simplemente sigo haciendo un arte del cual disfruto, más que estar pendiente en su impacto.

¿Ha pensado en estudiar las diferentes culturas de América?

Me considero una antropóloga de la música. Me encantaría viajar por varios países como México, Perú y Brasil, especialmente la región amazónica y explorar algunas posibilidades musicales allí. No hay un proyecto concreto todavía, pero es algo que sucederá en el futuro. Es parte de mi forma de ser, conocer e investigar sobre las diversas culturas del planeta,  más allá de su conexión con la cultura celta.


Tomado del portal de la Revista Arcadia