Ella es un icono pansexual: el género es más interesante que el sexo

Foto: Audoin Desforges

Héloïse Latissier, francesa de Nantes, se transformó en Christine & The Queens y se convirtió en estrella pop y modelo ‘queer’

Por: Álex Vicente

Icon / El País (Es)

En la vida civil, esta diminuta y andrógina francesa responde al nombre de Héloïse Latissier. Pero, cuando se trata de hacer música, lleva cinco años transformándose en Christine and The Queens. Con su debut vendió un millón de ejemplares, llegó a actuar con Madonna y Elton John, sonó en la banda sonora de Girls y la erigieron en icono queer. El difícil segundo álbum se llama Chris (Because/Universal), igual que la nueva encarnación de este Orlando furioso del pop que ha decidido tachar la segunda mitad de su nombre.

En los dos antebrazos, Chris lleva tatuado un diálogo de Freaks (1932, en España La parada de los monstruos), la mítica película de Todd Browning: “Te aceptamos. Eres uno de los nuestros”. Por tanto, no cuesta adivinar que la cantante se considera un miembro honorífico de una imaginaria parada de los monstruos. “Vi la película con nueve años y fue mi primera gran lección: el verdadero monstruo no es el que designamos como tal. La monstruosidad depende de la negrura moral de un individuo y nunca de su deformidad”, responde en el vestíbulo de un hotel cercano a su domicilio parisino, en uno de esos barrios con tantos coworkings como mezquitas salafistas.

Siempre se ha sentido marginal. Nacida en una familia de profesores de Nantes, creció cuando eso de la fluidez de género sonaba a asignatura optativa de ingeniería industrial. “Sufrí mucho por no encajar en lo que debía ser una chica joven, en lo que se esperaba de mí. Era demasiado baja, no sabía cómo vestirme, hacía bromas que nadie entendía y quería ser un chico, pero sabía que no lo era. Entonces ya sabía quién era yo, pero no tenía las armas necesarias para defenderlo”, confiesa.

Para poner fin a esa etapa marcada por el dolor, se inventó un álter ego artístico al que llamó Christine. La idea surgió en Londres a comienzos de esta década, en un extinto club de drag queens, a las que convirtió en sus maestras espirituales. “Ellas también ponen fin a insultos e humillaciones reinventándose en un personaje de ficción vistoso y extravagante con el que desaparecen sus heridas. Fueron ellas quienes me parieron: lo mío no es un número de drag, pero responde a la misma idea”, precisa. “Christine fue el comienzo de un largo trabajo por quererme un poco más”. Añade que desde que cumplió los 30, hace solo unos meses, se siente bastante mejor.

El éxito apoteósico de su debut, Chaleur humaine, tanto en Francia como fuera, nunca entró en sus planes. A la hora de afrontar su segundo álbum, decidió acometer otra metamorfosis. Se cortó la melena y abandonó su languidez para adoptar rasgos tradicionalmente asociados a la virilidad. “Me preguntan si voy a transicionar, pero no se trata de eso. Sigo siendo una mujer. Solo quiero seguir renovando mi libertad sin dejar que me encierren en una categoría”, dice la cantante. Chris ya no es una joven mustia, sino una hembra poderosa y colérica que toma como modelo “al Mick Jagger más sudoroso”. En la vida diaria, ya nadie la llama Héloïse. “Solo mis padres y mi manager cuando se enfada. Yo también me dirijo a mí misma como Chris. De hecho, si me llaman Héloïse siento que pierdo mi mojo”.

El cambio de personaje también se ha traducido en lo musical. En su nuevo álbum, publicado en dos versiones, una cantada en inglés y otra en francés, hay menos melancolía. Su lírica bebe de cierto imaginario gótico, pero también de los pilares del pop galo, con Christophe, Alain Bashung o el obligatorio Gainsbourg al frente. La rítmica y los gemidos de Michael Jackson también ocupan un lugar principal. “Y también su hermana Janet, a la que no deberíamos olvidar. Sus discos de los noventa son una locura. Son diarios íntimos en los que pasa por todos los estados de ánimo, de la tristeza a la euforia. Están hechos de manera artesanal y algo anticuada en el mundo de hoy, en que se necesitan 12 compositores para un tema de tres minutos”.

Tras el éxito de su primer disco, pudo trabajar con esos superproductores suecos que componen para la plana mayor del pop, pero no quiso. “No hubiera funcionado. Yo necesito hacerlo todo yo misma”, asegura. En este nuevo disco, que presentará en el próximo Primavera Sound, se la escucha entonar algún verso en castellano, lengua que no habla. Uno de sus temas se titula Follarse. “Me gustó la palabra, pero no sabía qué significaba. Cuando lo supe, me gustó aún más”, admite Chris, pidiendo disculpas “al pueblo español” por haberlo conjugado con escasa inteligibilidad. Otra canción lleva el peculiar título de Goya Soda. “Es un tema sobre el deseo imposible que sentí por un joven al que quise devorar como en las pinturas negras de Goya”, describe. “Sé que voy un poco lejos, pero te juro que no tomo drogas”.

Chris prefiere definirse como pansexual y no como bisexual, porque no le gusta el binarismo que implica el segundo término. No todo el mundo lo entiende. “Sacar este disco con el nombre de Chris me ha hecho sentirme pesimista, porque me he dado cuenta de que las zonas grises todavía no son aceptadas. La gente te exige respuestas categóricas. No acepta la fluidez real”.

Cuando se cortó el pelo, un diario francés decidió preguntar a un psicoanalista qué significaba. “Dijo que era la aceptación del fin de la fecundidad. Yo les respondí que estaban enfermos”. Se pregunta si el pop no habrá perdido desde los tiempos de Prince, “todo un icono genderfuck”. O Mecano: le fascina que sus letras estén narradas desde el punto de vista masculino, pero cantadas por una mujer. “Supongo que hoy le preguntarían si piensa transicionar”.

¿Somos hámsteres que siguen dando vueltas en la rueda? “No, porque, en el fondo, las cosas avanzan. Pero sí observo una ola de conservadurismo y una furia por las respuestas claras. Y yo, como supongo que te habrá quedado claro a estas alturas, siempre las he odiado”.


Tomado del portal del diario El País (Es)