Evangelio del día: martes 10 de agosto de 2021

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 12, 24-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará”.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
Poner en el centro del seguimiento la donación de la vida y el aceptar con libertad el proyecto de Dios sobre la misma, son los anuncios que Jesús hace en el Evangelio de hoy.

Con la imagen de la semilla, Jesús hace que los oyentes confirmen la dinámica de la salvación y la respuesta a ella. La semilla empieza su itinerario cuando es sembrada en la profundidad de la tierra, viene ahogada y se pudre, pero luego sufre el proceso de transformación hasta convertirse en un tallo verde y luego en una espiga llena de granos; “En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. La cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en ‘granos de trigo’ y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, ‘pierden la propia vida’ por amor a Dios y a los hermanos” (Papa Francisco).

La exhortación de Jesús a sus discípulos es, precisamente, seguir sus huellas. Dar la vida por amor a Dios, viviéndola no como una posesión egoísta y encerrada en si misma, sino como donación, como servicio auténtico y humilde a favor de los hermanos. Solo cuando estamos dispuestos a vivir esta dinámica del Evangelio descubrimos la realidad siempre nueva que se encuentra en el seguimiento del Señor. El morir continuamente para dar fruto abundante es hacer del servicio y la caridad las banderas de la fe; como Cristo que “no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida en rescate por muchos” (Mt. 20,28).

En un mundo, donde a menudo se proclama una felicidad centrada en el egoísmo y la búsqueda de intereses individuales, en donde la felicidad se viste de trajes de consumo y diversión, la lógica del Evangelio es la del servicio, la solidaridad, el encuentro y la donación de la vida. Constatamos que en la lógica del mundo las satisfacciones momentáneas tantas veces dejan vacía la vida; la añoranza del sentido y la pérdida del valor de la vida se hacen una noticia dolorosa. Mientras que el llamado al servicio promete algo que rebosa el anhelo humano: perder la vida para dar mucho fruto, encontrar la salvación y saber que quien le sirva, el Padre Dios lo premiará.

Concluyamos esta meditación con esta plegaria que, leyendo este pasaje del Evangelio, el Papa Francisco hacía: “Donarse desinteresadamente puede sonar extraño en el mundo de hoy. Sin embargo, es la invitación que me haces en este Evangelio. En la vida cotidiana experimento el deseo de recibir siempre y casi nunca el de dar. Permíteme, Señor, ser grano de trigo que muera a mí mismo en el servicio a los demás, en el dar de mi tiempo, de mis cosas, de mis cualidades. Que me sepa entregar a los demás sin esperar nada a cambio, hacerlo desinteresadamente. Así como Tú me has enseñado al morir en la cruz, para dar frutos de salvación para el mundo entero”.

P. John Jaime Ramírez Feria