‘Por lo que pasa el reguetón, pasaron la cumbia y el rock’: Drexler

Foto: Juan Sebastián Pinilla Rojas

El uruguayo Jorge Drexler habló de su arte con EL TIEMPO en su paso por Bogotá, en medio de su gira.

Por: Mateo Arias Ortiz

EL TIEMPO

Jorge Abner Drexler Prada (Montevideo, Uruguay, 1964) fue el primer cantautor en ganar un premio Óscar por una canción en español. Al otro lado del río fue la banda sonora de Diarios de motocicleta, la película biográfica de Ernesto Che Guevara. El tema, que provino de un sueño del autor, iba a ser cantado por Mercedes Sosa, pero cuando Drexler le envió la primera prueba de grabación a Walter Salles, el director del filme, él decidió que esta sería la versión definitiva, la que aparecería en la pantalla.

Ha ganado más premios: tres Grammy Latinos por su más reciente álbum, Salvavidas de hielo (2017). También hizo una charla TED en español sobre poesía e identidad. Ha grabado unos 16 discos, que cada vez proponen dinámicas diferentes.

Amar la trama, de 2010, se grabó en vivo durante cuatro días. En 2012, el uruguayo propuso un proyecto llamado ‘n’: una aplicación que les permitía a los usuarios interactuar en la construcción de tres canciones de forma digital. El disco que le significó los gramófonos en 2017 es otro buen ejemplo de potencial creativo: todos los sonidos del álbum se grabaron únicamente con guitarras.

Ha experimentado con diferentes ritmos y propuestas líricas. Sin embargo, hay ciertos temas que constantemente trata y cuestiona: el tiempo, el movimiento, el silencio, el arte, la poesía, la identidad, la migración. Es un poeta, un escritor y, a la vez, músico. Pero lo más impresionante es que su formación profesional no estuvo relacionada con la creación, sino con la ciencia: es médico especializado en otorrinolaringología. Además, es actor y salvavidas.

Pasó por Bogotá para presentarse en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el sábado y domingo pasados, en medio de su gira ‘Silente’. En la presentación habló de fenómenos físicos, de procesos de escritura, de su relación con el silencio y tocó una selección curada de su repertorio en un espectáculo compuesto por su guitarra, buena iluminación, ingeniería de sonido suficiente y su gracia natural.

Interpretó, por ejemplo, la canción Polvo de estrellas, basada en un poema del recientemente fallecido Ernesto Cardenal. También la canción que le dedica a su maestro, Joaquín Sabina. Y habló con EL TIEMPO sobre su arte, su nuevo proyecto y sus posturas respecto al momento actual de la música.

Usted se ganó un concurso de cuento en la universidad en el que Eduardo Galeano era jurado, ¿ha vuelto a escribir prosa?

Justo el otro día un amigo me volvió a preguntar por ese cuento y por esa época en la que escribía cuentos, y rescaté algunos. He escrito pequeños ensayos e introducciones a libros o a discos. No he vuelto a escribir mucha prosa y no sé por qué, pues me gusta mucho. La canción absorbió mi energía literaria y de hecho escribo muy poca poesía que no esté destinada a ser canción. Aunque tengo unos grupos de chat en los que escribo décimas –estrofas compuestas por diez versos– con unos amigos.

En una entrevista con Gerry Garbulsky, usted dice, a propósito de Noctiluca (2010), que hay canciones en sus álbumes que parecieran pertenecer al álbum anterior. ¿Algo así pasó en Salvavidas de hielo?

No es que Noctiluca estuviera escrita desde antes, pero claramente era un spin-off del disco anterior. Yo creo que en Salvavidas de hielo (2017), la canción Mandato todavía viene del álbum anterior, Bailar en la cueva (2014). Creo que debió haber estado en ese proyecto, pero también fue escrita después.

El aparato compositivo es una herramienta con mucha inercia: cuesta mucho arrancarlo, para que comience, y cuesta mucho frenarlo después de que empezó. Yo escribo poco, escribo una vez cada dos años. Puedo estar dos años sin hacerlo, como estuve hasta hace un mes, pues ya empecé a trabajar en el siguiente proyecto. En el avión para acá, trabajé en un par de canciones. El aparato ya arrancó. Y, claro, tú lo detienes porque ya completaste las canciones del disco y tienes que grabarlo. Pero el aparato sigue latente, y cuando lo abres a los años, te dice: ‘Como te estaba contando…’ o ‘como decíamos ayer…’. Y sigues con esas cosas que no terminaste de decir la vez pasada que lo encendiste, que quedan colgadas de antes.

Usted tiene canciones como Quimera o Abracadabras que son como manifiestos de su poética. Pero, en palabras cotidianas, ¿cómo la describiría?

Yo creo que en esas canciones está dicho en palabras bastante cotidianas, ¿no?

Sí, pero de forma sintética, contenida.

Sí, de forma contenida. Es un buen momento para preguntármelo, porque estoy en pleno dilema. Te voy a citar a Leonard Cohen, que tiene, para mí, la mejor definición de lo que es escribir canciones: “Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, iría a ese sitio con más frecuencia”. Y otra cosa que dice él con la que concuerdo es que nada sirve: ni drogarse, ni dejar de drogarse, ni emborracharse, ni estar sobrio, ni trabajar mucho, ni dejar de trabajar y esperar a que venga la inspiración, ni estar descansado, ni estar solo. Nada sirve. Tienes que sentarte, simplemente, y esperar. Tienes que enfrentarte al vértigo de la hoja en blanco, aguantar ese vértigo y estar ahí mucho tiempo. Insistir, insistir, insistir. Saber que es muy difícil para todos es muy importante. Es un alivio escucharlo de Leonard Cohen, que diga que es dificilísimo escribir canciones. Y se hace más difícil con el tiempo porque las canciones ocupan lugares de tu realidad. Ya has visitado esos sitios y no quieres visitarlos de nuevo.

La semana pasada salió Loco loquito, la canción del rapero PJ Sin Suela, que también es médico, en la que usted participa, ¿qué puede contar de este personaje y de esta experiencia?

Yo soy muy fan de PJ. Es muy joven y me parece que tiene un talento superior. Y me encanta que también venga de un mundo híbrido porque se puede ver en lo que escribe. Sobre todo en esta canción. Yo creo que también me llamó a mí por eso. Es como un guiño: somos dos outsiders en el mundo de la canción y de la medicina. Esta canción me encantó.

A propósito de esta participación en una canción de rap, ¿cómo ve el panorama de los géneros urbanos que ocupan hoy el mainstream?

Las personas de mi edad están furiosas con el reguetón, pero no se acuerdan de que cuando escuchábamos a The Police o a Bob Marley, los mayores de entonces también estaban enfadados. Por lo que está pasando el reguetón, pasaron la cumbia, el bossa nova, el blues, la samba, el rocanrol. Todos los géneros tuvieron un momento en el que surgieron y en el que una generación joven se apoderó de ellos mientras una generación más vieja gritó escandalizada.

Hay cosas que me gustan y cosas que no me gustan del mundo musical urbano. Pero el reguetón en sí me parece que tiene un potencial rítmico monumental. Creo que el mundo no ha reconocido al género en su potencial. Creo que las letras podrían estar un poco más trabajadas, pero eso soy yo, que me importan las letras. Igual, siempre encuentro cosas que me gustan en los discos de todos. Me gusta todo lo que hace Residente, me gusta Tego Calderón, Bad Bunny me gusta mucho, de la producción de Balvin me gusta el minimalismo.

¿Cómo va el aprendizaje de piano?

Va bien: estoy escribiendo una canción en el piano por primera vez en mi vida. Pero me metí con demasiado fervor y me lesioné el brazo izquierdo. Como necesitaba el hombro para la gira, lo dejé un poco. Soy muy obsesivo con todo. Me enamoré del piano y estaba tocándolo tres o cinco horas por día. Eso está bien si tienes 16 años, pero no a mi edad.

¿Joaquín Sabina le respondió el mensaje que usted le dio en la canción Pongamos que hablo de Martínez?

Yo escribí esa canción el día del cumpleaños de Joaquín del 2017. En ese momento estaba escribiendo las canciones del más reciente disco, y en esos periodos todo me impacta mucho. Estaba de regreso de dejar a mis hijos en el colegio y oí en radio que Joaquín había estrenado un sencillo justo el día de su cumpleaños. Me emocioné mucho. Pensé que nunca le había escrito una canción de agradecimiento. Llegué a casa como a las 9:30 de la mañana ya con una idea de lo que iba a ser Pongamos que hablo de Martínez.

Me puse a escribir la letra muy rápido y la musicalicé tan rápido que a las 12 del día Joaquín ya tenía la canción en su contestador. Le mandé un audio de WhatsApp con la canción. Cuando se despertó, me respondió una serie de mensajes truncos. Se ve que no es su mundo. Todos los mensajes se cortaban, hasta que en uno completo me contaba su emoción y su cariño. Es una canción que quiero mucho.

¿Está leyendo algo ahora mientras está de gira?

Estoy leyendo un libro que se llama Don’t Even Think About It, que es un estudio sobre la negación. Está basado sobre todo en el cambio climático: ¿por qué no percibimos el cambio climático como una amenaza? Estamos ahora todos enloquecidos por el coronavirus y todo parece indicar que es más peligrosa la gripe común. Mientras tanto, la gente ha dejado de hablar de que los polos se están derritiendo.

Somos una especie que adquiere conciencia de su finitud en el mismo momento que adquiere conciencia de sí misma. Es una cruz o un privilegio. Una vez que sabes que el mundo es finito, tienes que aprender a convivir con la idea de tu propia muerte desde los cuatro o cinco años. Te preguntas: ‘Si me voy a morir, ¿para qué todo esto?’. También aprendes a salir adelante: aprendes a escribir canciones, a estudiar, a cantar, a casarte, a tener hijos. Todo eso sabiendo que todo tiene un final. Pero una vez que aprendes a negar, te vuelves un maestro. Todo lo que no te parezca una amenaza inminente aprendes a postergarlo. Ahí entra ese punto ciego con respecto al cambio climático.

Mateo Arias Ortiz
REDACCIÓN CULTURA


Tomado del diario EL TIEMPO