Rock para inadaptados

Foto: Álvaro García

El grupo británico Fat White Family, que publica nuevo disco, se consolida como una referencia de música sombría y salvaje

Por: Fernando Navarro

EL PAÍS (Es)

Podría ser la música idónea para la llegada del apocalipsis, pero también un perfecto chiste. Fat White Family pilotan en los extremos, sin entender de términos medios. “Preferimos que nos tachen de locos o inadaptados a que nos vean como unos más del montón”, confiesa Lias Saoudi, cantante y principal compositor de un grupo que se ha consolidado como una nueva referencia en el saturado panorama de la escena independiente global con Serfs Up!, un álbum de rock sombrío e hiriente que presenta el mundo como un lugar inhóspito.

Salirse del estándar es casi una premisa en esta banda británica formada en 2011 en Londres después de que los hermanos Lias y Nathan Saoudi se juntasen con el guitarrista Saul Adamczewski. Fueron el núcleo del que saldría un conjunto de hasta siete integrantes que llamó la atención de la crítica especializada anglosajona en 2014 con Champagne Holocaust, un debut donde presentaron un cosmos dinámico de folk-rock ruidista. Algunos quisieron ver en ellos a unos nuevos Libertines, pero en sus melodías abrasivas latían más los preceptos de la Velvet Underground y todo el imaginario post-punk de The Fall. “Todo el mundo al empezar quiere ser una estrella del pop y a mí eso me parece una mierda”, explica Saoudi. “Nosotros no hicimos una banda para ser un pasatiempo de nadie. Eso es basura”.

Con sus ojos inquietos y su poblada melena, Saoudi charla en un hotel madrileño. Su verborrea solo puede ser comparable a la cantidad de ideas que se le deben cruzar por la cabeza y a su determinación por no ajustarse a ningún molde con Fat White Family. Ya con su segundo disco la banda demostró que no tenía nada que ver con una de esas formaciones que, más por su estética que por su contenido, son destacadas por el NME. En 2016, el grupo, que se deshizo de Adamczewski por discrepancias con los hermanos Saoudi, publicó Songs for Our Mothers, en el que, huyendo de cualquier éxito comercial y ahondando en la crudeza sonora, se bajaba aún más a las profundidades del ser humano. Se incluía una canción Goodbye Goebbels por la que les acusaron de supremacistas. “El encuentro entre Goebbels y Hitler me pareció uno de los momentos más trágicos y románticos del siglo XX. Dos figuras que veían cómo se derrumbaba su mundo. Nosotros estábamos igual. Encerrados en un búnker de heroína y crack que nos estaba a punto de consumir hasta dejarnos en cenizas”, cuenta Saoudi.

Con todo, Fat White Family se erigieron como un catalizador de fuertes emociones, gracias también a conciertos que más bien parecían ceremonias de autodestrucción. El prestigioso sello Domino -el mismo de Arctic Monkeys-, les fichó y son su gran apuesta para este año con Serfs Up!, que grabaron en Sheffield huyendo de Londres. “En Londres, el mundo de la música está lleno de proveedores de droga que pululan a tu alrededor. No podíamos sobrevivir si la mitad del grupo era adicta a las drogas. Sheffield era el paso natural para evitar una implosión heroinómana”, explica Saoudi. También recuperaron a Adamczewski.

El nuevo disco, que el grupo presentará el 4 de julio en el festival Vida, es otro muestrario de oscurantismo lírico pero inyectándole esta vez febriles dosis rítmicas de funk y soul. Parece la banda perfecta para una de las distopías más tenebrosas salidas de un capítulo de Black Mirror. Saoudi reconoce que se encerraron en Sheffield y, bajo la producción de Dean Hunter y Ross Orton, que han colaborado con The Fall y Arctic Monkeys, se dejaron influir por películas, series y libros que les llevasen a esos temas de soledad existencial y paranoia humana. “Pero nada como la realidad con Reino Unido votando a favor del Brexit Donald Trump al frente de la Casa Blanca”.

Hay en Fat White Family algo del universo lunático de Alex Turner, pero bien podrían pasar por su aire épico como una respuesta británica a Arcade Fire. Siempre con un carácter que evita la autocomplacencia. “Me siento conectado con gente capaz de hablar de temas escabrosos y no con aquellos que son políticamente correctos. Gente como Dylan, Leonard Cohen o Johnny Cash se lo jugaban a todo o nada. Asumían riesgos. Sigo viviendo en un piso de mierda, he sido prácticamente un yonqui, no tengo ninguna seguridad económica y vivo prácticamente igual que hace diez años. Solo espero conseguir vivir de la música lo suficiente como para no tener que sublevarme a este mundo de hipócritas que da asco”, señala Saoudi.


Tomado del portal del diario EL PAÍS (Es)