Incombustible Carlos Sainz

Foto: Carlos Sainz, en el centro, celebra su tercer Dakar. En vídeo, resumen del paso del piloto por la competición. AP | EFE

El madrileño, de 57 años, se supera a sí mismo como el vencedor más veterano del Dakar y conquista su tercer triunfo con un tercer coche diferente

Por: Nadia Tronchoni / Qiddiya

EL PAÍS (ES)

Carlos Sainz (Madrid, 57 años) ganó su tercer Dakar este viernes en Qiddiya, en Arabia Saudí. El escenario, tierra y más tierra, color crema, apenas un puñado de aficionados entre grandes cañones y una ciudad por construir de la que apenas existe el nombre todavía. Qiddiya es un proyecto. Una futura ciudad tecnológica y de entretenimiento, que albergará un circuito de velocidad, entre otras cosas. De proyecto ya no le queda nada a Carlos Sainz, pero sí le queda futuro, a juzgar por cómo se ha adjudicado este título.

El de Mini es el piloto más veterano en ganar la carrera. “He subido un poco más el listón, para que cueste más ganarlo”, dijo. Ya fue el ganador de más edad dos años atrás. Y volvió a repetir este mes de enero de 2020, en un país distinto, Arabia Saudí, y con otro coche diferente después de ganar con Wolkswagen (2010) y con Peugeot (2018). “Cuando todo el mundo piensa que Carlos ya está mayor, da un golpe sobre la mesa y gana el Dakar”, le alabó su copiloto, Lucas Cruz.

Sainz, que terminó la última especial a 3m 56s de Nasser Al Attiyah, triunfó por su velocidad y por la excelente labor de navegación de Cruz. Ambos culminaron una carrera impecable en la que apenas se equivocaron y que lideraron desde la tercera etapa. “Cometer menos errores e ir más rápidos, esa es la clave para ganar. Pasa que los tres de arriba parecía que no íbamos a cometer errores nunca y por eso el ritmo ha ido creciendo y creciendo. Ha sido elevadísimo”, explicó Sainz a su llegada a la meta.

No le regalaron nada sus rivales, los sempiternos Al Attiyah (Toyota, 49 años) y Stéphane Peterhansel (Mini, 54 años), que le buscaron las cosquillas en la segunda semana de la carrera, especialmente tras una novena etapa en la que Sainz vio reducida a la nada la ventaja que mantenía en la clasificación. Le tocó un neumático defectuoso y tuvo que volver a empezar de cero. “En esa segunda semana hubo, además, etapas peligrosillas, había algunas trampas y era muy fácil fallar al ritmo que se iba”, añadió.

Recuperar lo perdido

Apenas 24 segundos le separaban al inicio de la décima etapa del piloto catarí. Pero Carlos Sainz no dejó mucho margen para que sus perseguidores se ilusionaran. Aprovechó la dificultad de la especial del pasado miércoles para sentenciar con una victoria, la cuarta. Un triunfo vital que le dio 18 minutos al frente de la general. “Hay que tener paciencia; en el Dakar no te puedes volver loco. Cada día hay que resetear y pensar, si pierdes, que no puedes ganar al día siguiente todo el tiempo perdido. Quizá en otras ocasiones he sido un poco más impaciente”, declaró. Claro que si llegó más calmado a las últimas dos etapas fue porque, efectivamente, sí que recuperó en un día lo perdido la jornada anterior. “Atacamos fuerte y salió todo bien”, asume. “Hemos tenido que correr mucho. El ritmo ha sido más alto de lo que esperábamos, pero vista la competencia tenía que ser así. Nadie ha regalado absolutamente nada”, analizó Lucas Cruz.

Desde entonces Sainz no tuvo más que administrar con inteligencia —y con esas canas que, ya avisó, “sirven para algo”— su ventaja. “Ha sido un Dakar difícil en el que hemos ido a fondo desde el primer hasta el último día”, contó al concluir la carrera. Es estresante el Dakar, advierte el ganador. Aunque ha sabido llevarlo de maravilla. “Dentro del coche se pasa mucha tensión a mucha velocidad y con mucho riesgo. Cuando las cosas salen bien tienes una satisfacción enorme”, aclaró.

A Sainz y a Cruz, pareja bien avenida donde las haya —“si yo me equivoco con la navegación, nadie me echa la culpa; si él pincha una rueda, nadie se enfada con nadie”, apuntó el copiloto—, les ha acompañado, además, el coche. El rendimiento del Mini no fue el esperado el año pasado, pero después de muchos tests y de muchas pruebas en Marruecos y en Arabia Saudí, sí dio la talla en esta edición. El Mini, con dos ruedas motrices, que se acoge al reglamento de los buggies, parecía tener un hándicap durante las primeras jornadas de la carrera. Pero al final se vio que podía competir magníficamente con el Toyota. Ha resistido de maravilla y ha corrido más que ningún otro.

“El coche ha estado perfecto. No hemos tenido ningún problema ni hemos perdido nada de tiempo por culpa del coche. Tuvimos un problema con un neumático, algún error de navegación, y también me caí una vez en las dunas… Ha pasado de todo pero ha ido todo bien”, resumió.

Carlos Sainz culminó la última especial, más corta de lo esperado, apenas 167 kilómetros entre Haradh y Qiddiya, con la paciencia de tenerlo todo controlado. Llegó a la meta con el quinto mejor tiempo. La etapa se la llevó Al Attiyah, lo que, además, le permitió amarrar el segundo puesto de la general por delante de Peterhansel, que abría pista y cedió 3m 31s.


Tomado de portal del diario EL PAÍS (ES)