Black Sabbath: la misteriosa sombra que cambió el rock para siempre

Foto: Warner Bros

Hace 50 años, Black Sabbath publicó su álbum debut homónimo y, gracias a una serie de virtudes y eventualidades, marcó el “año cero” del heavy metal, un género que no ha hecho más que crecer y expandirse por todo el mundo.

Por: Daniel Ospina

Revista Arcadia

Corría el año de 1970. Vietnam seguía desangrándose, la represión en Estados Unidos a las marchas en contra de la guerra cobraban varios muertos con la Masacre en la Universidad de Kent, el Apolo 13 tenía una accidentada misión (llevada mucho tiempo después al cine), Brasil enamoraba al mundo con su tercer campeonato mundial de fútbol en México, se disolvían The Beatles, morían Jimi Hendrix y Janis Joplin, y las preguntas sobre quiénes protagonizarían la década a punto de iniciar rondaban en el aire.

En Birmingham, ciudad industrial como pocas, cuatro tipos con algún pasado trabajando en la fábrica de acero de la ciudad y amantes del blues habían armado una banda llamada Earth. El nombre no duró. Al descubrir que otra banda ya tenía ese nombre, empezaron a buscar otro.

Al frente de su local de ensayo se proyectaba una película de terror. Sorprendidos y extrañados de que la gente hiciera fila para ver -y asustarse- con un filme, el hecho los marcó y dictó el camino que seguirían desde ese momento. Adoptaron como propio el nombre de la película, Black Sabbath, y se propusieron a partir de ese momento componer música “que diera miedo”. Eso los llevó a interesarse por el ocultismo y, un poco, por el trabajo de J. R. R. Tolkien para incorporarlo como materia prima en sus canciones.

Y desde esa toma de decisiones la banda fue consolidando su sonido. Llegaron así las melodías siniestras del guitarrista Tony Iommi, que no habría conseguido si no hubiese perdido las puntas de sus dedos en un accidente en la fábrica donde trabajaba medio tiempo. Iommi se vio obligado a tocar con dedales caseros que diseñó él mismo y a escoger una afinación más grave para facilitar la manipulación de la guitarra; Ozzy escribió la letra de “Black Sabbath”, la canción que da nombre a su álbum debut y a la banda misma, evocando una pesadilla que tuvo el bajista Geezer Butler. Tras recibir de Ozzy un libro sobre ocultismo, Geezer vio en sus sueños una sombra negra a los pies de su cama. Cuando despertó, la sombra y el libro desaparecieron.

Esa canción fue el punto de partida para grabar su álbum debut, una gesta que lograron en tan solo dos días. El trabajo es tan contundente, tan novedoso para la época y tan vigente que aún hoy puede presumir de dictar las reglas del heavy metal. Aunque todavía se percibe una influencia marcada del blues en otros temas, como Evil WomanThe Wizard y N.I.B., esa afinación más grave en la guitarra de Iommi fue clave junto a la coordinación telepática entre el bajista Butler y el baterista Bill Ward para transmitir un frenesí arrollador que los aleja notablemente de esas raíces. Así se adentran en algo completamente nuevo, que refleja un mundo en descomposición por la guerra y las promesas incumplidas. Y lo hace desde detalles como la portada, con la misteriosa mujer que evocaba la sombra que vio Butler en su cuarto y les ganó durante bastante tiempo la reputación infundada de estar vinculados al satanismo. También desde decidir que la fecha para lanzar el LP fuese un 13 de febrero para acrecentar las connotaciones oscuras de su propuesta por el significado númerológico asociado tradicionalmente al 13. Ese 1970, Black Sabbath le mostró un nuevo horizonte al rock, alejado de la figura del hippie con guitarra acústica en mano cantando a la paz y la naturaleza, salido de las entrañas de una ciudad como Birmingham que endurecía a sus habitantes por su orgullo acerero y sus riñas callejeras. Era algo más que blues, una cruzada para llevar la guitarra al límite como lo venía haciendo Jimi Hendrix. Definitivamente, toda una nueva forma de ver la vida y de concebir la música de guitarras, fuese por los riffs de Iommi, la coordinación de bajo y batería tan electrizante de Butler y Ward, o la voz atronadora de Ozzy, que sin una técnica convencional logró un tono supremamente personal y satánicamente atractivo. La sumatoria de estos elementos explica la adhesión incondicional que la banda despertó desde el primer momento entre los fanáticos del rock. Ese mismo año, en septiembre, saldrá al mercado el segundo álbum de Black Sabbath, Paranoid. Ahí el trato con su nueva audiencia se cerraba y el paso a la inmortalidad se daba, pero esa es otra historia…


Tomado del portal de la Revista Arcadia